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Capítulo 4: Hacia Otro Lugar.

  Unos días después.

  Sentada en un mueble dentro de una de las habitaciones, Elizabeth observaba con fascinación la pantalla que adornaba la pared. Las grabaciones de los drones de reconocimiento mostraban un paisaje impresionante del planeta, lleno de colores vibrantes y formas desconocidas. Era natural que se sintiera cautivada; su mundo no conocía este tipo de tecnología avanzada, y cada imagen era un recordatorio de que este lugar era tanto desconocido como misterioso.

  Después de que todos compartieran sus pensamientos, se planteó un plan de acción. El Dr. Richards, con su habitual seriedad y dedicación, se encargó de realizar las reparaciones necesarias en la nave que había traído Clark. En ese momento, estaba absorto en su trabajo, ajustando delicadamente los circuitos y asegurándose de que todo funcionara a la perfección.

  Superman, con su voz serena y confiable, propuso realizar un reconocimiento fuera del planeta. Su capacidad para moverse por el espacio sorprendió a muchos. Con un poderoso impulso, despegó hacia el cielo estrellado, dejando a su paso una estela de luz que prometía descubrir lo que les aguardaba más allá de su hogar temporal.

  Goku, con su actitud enérgica, mencionó que se encargaría de sentir las presencias en el entorno, por si alguien más aparecía en el planeta. Durante sus salidas, no solo buscaba posibles amenazas, sino que también aprovechaba para entrenar, desafiando sus propios límites. Cada vez que regresaba, comentaba sobre las diferentes criaturas que había encontrado, cada una más extra?a que la anterior.

  Rías, aunque no poseía las habilidades de los demás, ofreció su ayuda incondicionalmente. Se ofreció a ser cocinera, sintiendo que era lo menos que podía hacer para contribuir al grupo. Todos los que probaron su comida se sintieron agradecidos, especialmente Goku, que devoraba cada plato con entusiasmo.

  Sin embargo, Elizabeth se sentía fuera de lugar. A pesar de su deseo de ayudar, no podía contribuir como el resto. Después de hacerle algunas preguntas a Goku, comenzó a entender lo que significaba vivir en mundos diferentes. Cada persona en ese lugar emanaba una aura única, una energía que reflejaba sus experiencias y habilidades.

  El Dr. Richards le parecía una persona extraordinariamente inteligente y comprometida. Su manera de hablar y relacionarse con los demás lo hacía parecer un líder natural, alguien en quien se podía confiar. Superman, aunque lo conoció brevemente antes de que se marchara al espacio, dejó una impresión duradera. Su traje azul y su capa roja le daban una presencia heroica, irradiando confianza, y Elizabeth no pudo evitar sentirse más segura al saber que él estaba allí.

  Con Rías, la sensación era diferente. A pesar de que su presencia le recordaba a los demonios que amenazaban su reino, no podía evitar ver en su carácter la gracia de una princesa o de una mujer de la alta sociedad. Había algo en su forma de actuar que le parecía noble y digno de admiración.

  Y con Goku, su actitud entusiasta y su bondadosa forma de ser desprendían un aire de guerrero incansable que nunca se rendiría ante la adversidad. De todos los presentes, era Goku con quien Elizabeth se sentía más confiada y cómoda, como si su energía positiva la envolviera en un cálido abrazo que evocaba recuerdos pasados.

  “Toc, toc, toc.”

  El sonido de unos suaves golpes interrumpió sus pensamientos, y segundos después, la puerta de la habitación se abrió, revelando a Rías, la chica pelirroja con una mirada decidida. Su cabello brillaba con destellos de luz, y su expresión transmitía una mezcla de confianza y determinación.

  —Disculpa, voy a entrar —anunció Rías, con una cortesía que parecía innata en ella, cada palabra impregnada de un profundo respeto.

  Rías llevaba una blusa de manga larga color azul celeste que contrastaba con su piel pálida, y una falda acampanada negra que se movía suavemente con cada paso. Sus zapatillas, elegantes y cómodas, completaban un look que era tanto práctico como estilizado.

  —Eh, no es necesario que seas tan formal. Después de todo, este lugar no es un palacio —respondió Elizabeth, intentando que la chica no mantuviera esa actitud distante que, aunque educada, le resultaba incómoda.

  Desde que había llegado, Rías había mantenido una postura cortés hacia ella, mucho más que con los demás. Elizabeth, aún insegura, se preguntaba si esa formalidad era un reflejo de su propia timidez. La habitación, con sus paredes blancas y el suave zumbido de los equipos científicos, amplificaba su nerviosismo.

  —Puede que así sea, pero las normas de etiqueta son importantes. Fue lo primero que me ense?ó mi madre —contestó Rías, su tono suave como un susurro que llenaba la habitación con una delicadeza palpable.

  Elizabeth sintió un ligero destello de conexión. Ambas habían sido criadas en la nobleza, en mundos donde los modales eran esenciales. Sin embargo, a pesar de sus orígenes similares, había una barrera que aún no había logrado cruzar.

  —Me disculpo —dijo Elizabeth, inclinando un poco la cabeza, sintiendo el peso de su propia reserva.

  —No tienes nada de qué disculparte, no has hecho nada que lo amerite —replicó Rías, sorprendida por el gesto de la chica.

  —Quiero disculparme de verdad. Desde que llegué, he tratado de evitarte, mientras tú has intentado ser amable conmigo —habló Elizabeth con sinceridad, sus ojos reflejando una vulnerabilidad inesperada—. La verdad es que intenté mantenerme alejada porque no me sentía completamente segura al estar junto a ti. Así que, de nuevo, disculpa mi descortesía, se?orita Rías.

  Rías entrecerró los ojos, sorprendida por la honestidad de Elizabeth. Se sentó a su lado, y el ambiente se tornó más relajado.

  —No tienes que disculparte conmigo —dijo, su voz cálida y comprensiva—. Yo también me sentía un poco incómoda cuando llegaste.

  La sinceridad en sus palabras resonó en Elizabeth, quien se sorprendió al escuchar que Rías había tenido sus propias reservas. Pero eso era un tema para más tarde; había algo más que la intrigaba.

  —?Tú no eres humana, verdad? —se atrevió a preguntar, la curiosidad superando su cautela.

  Un poder mágico emanaba de Rías, un aura oscura que evocaba recuerdos de alguien a quien Elizabeth había llegado a estimar. La chica pelirroja entrecerró los ojos ante la pregunta, y su voz se tornó suave, casi como un susurro en la penumbra.

  —No, no lo soy.

  La revelación flotó en el aire entre ellas, cargada de significado.

  —Sabes… en mi mundo, los demonios como yo son juzgados antes de que nos conozcan —confesó Rías, con un tono cargado de sinceridad—. Supongo que no soy tan diferente de ti al fin y al cabo.

  Elizabeth parpadeó en asombro; la confesión de la chica la hizo sentir avergonzada de sí misma. Mirando sus manos con pena, le preguntó:

  —?Y cómo lograste que te vieran... más allá de lo que eres?

  Habló con aprehensión, pero el interés era palpable en su voz. Rías rió con melancolía.

  —Con paciencia. Y unos amigos testarudos que se negaron a darme por perdida… Tal vez aquí podamos ser eso el uno para el otro.

  La conversación entre las dos aligeró la atmósfera. Elizabeth sintió que la charla apenas comenzaba y que, tal vez, a través de esa conexión podrían construir un puente entre sus mundos tan diferentes.

  ---

  Dentro de las instalaciones, un imponente hangar albergaba la nave que había sido trasladada allí tras las instrucciones del Dr. Richards. La atmósfera era densa con la anticipación del trabajo que se avecinaba. Reed se encontraba concentrado en el ala de la nave, utilizando hologramas para escanear sus funciones. La tecnología de la nave, avanzada y sofisticada, había inspirado a Reed a replicar algunas de sus características con los limitados recursos que tenía a su disposición.

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  —Computador, inicia simulaciones de vuelo —ordenó el Dr. Richards a la inteligencia artificial que él mismo había programado.

  A medida que la IA comenzaba a proyectar imágenes holográficas, el hangar se llenó de luces y sonidos futuristas. Después de unos minutos, las simulaciones se detuvieron, mostrando una tasa de efectividad del 85%. Reed frunció el ce?o, insatisfecho con el resultado. Sabía que podían lograr más y volvió a concentrarse en los circuitos de la nave, su mente trabajando a mil por hora.

  De repente, un sonido agudo resonó en el aire, como un eco familiar. Era el sonido de la teletransportación de Goku, quien apareció a unos metros de la nave espacial. Su presencia siempre traía una mezcla de energía y entusiasmo.

  Goku estaba vestido con un atuendo de combate que recordaba al dogi que solía usar, aunque en un color diferente. Llevaba una camisa sin mangas de un azul celeste sobre una camiseta, pantalones anchos de color negro y un cinturón de tela. Había buscado en los vestidores algo que le agradara, pero nada parecía lo suficientemente versátil para él. Rías, con su magia, le había sugerido que podía cambiar la forma de las prendas, pero el color seguía siendo un obstáculo. Aun así, Goku se conformó con lo que tenía.

  —?Oye, Reed! ?Ya regresé con los que me pediste que buscara! —gritó Goku, alzando un poco la voz para asegurarse de que lo escuchara.

  Reed, absorto en su trabajo, levantó la vista y le respondió sin dejar de lado su tarea.

  —Déjalo por ahí, pronto lo analizaré —dijo desde su posición, con una parte de su cuerpo estirada sobre el ala de la nave, mientras sus pies aún tocaban el suelo. Era una de las peculiaridades del Dr. Richards: su habilidad de estirar su cuerpo como si fuera de goma.

  Goku lo miraba con curiosidad; la capacidad de Reed para moldear y estirar su forma a voluntad le parecía fascinante.

  —?Dime, Kal, todavía sigue sin moverse? —preguntó Reed, intrigado por la respuesta de su amigo.

  Goku miró hacia el techo del hangar, como si buscara respuestas en el aire.

  —De hecho, puedo sentir que se ha alejado un poco más. Tal vez sí sea cierto que el tiempo fluye de forma diferente aquí —respondió, reflexionando sobre sus propias experiencias.

  Después de que Superman saliera de la atmósfera, Goku había notado que su movimiento era más lento, a pesar de la gran velocidad que había mostrado antes. Este fenómeno había intrigado a todos, y comenzaron a buscar explicaciones. Goku recordó un lugar en su mundo donde el tiempo se comportaba de manera peculiar y compartió su teoría con Reed. Ambos coincidieron en que debían esperar y observar si su suposición era correcta.

  —Así parece. Los preparativos de la nave están casi listos. Pronto saldremos de este planeta. Ve y diles a las chicas que preparen todo lo que les indique. Salimos ma?ana por la ma?ana —dijo Reed, dándole instrucciones a Goku.

  Este asintió con determinación y salió del hangar, listo para cumplir con su misión.

  Reed lo observó irse y luego continuó haciendo su trabajo. Tenía que mejorar la tasa de aciertos en la simulación y para hacerlo, trabajaría toda la noche.

  ---

  Llegada la Noche en el Comedor.

  El comedor estaba iluminado por una tenue luz amarillenta, creando un ambiente acogedor. Rías, con su cabello rojo brillante, observaba a Goku con una mezcla de asombro y diversión. él devoraba su octava porción de comida, como si no hubiera comido en días.

  —De verdad que te gusta comer —dijo Rías, arqueando una ceja mientras se cruzaba de brazos.

  Goku, con la boca llena, respondió entre bocados:

  —??on?on! ?Está deliciosa! ?No hay más? —tragó rápidamente, su mirada llena de anhelo.

  La expresión de Rías se tornó complicada, una gota de sudor resbaló por su frente. No estaba sola en su incredulidad; Elizabeth, que estaba sentada a su lado, también observaba a Goku con los ojos muy abiertos.

  —?Cómo es posible que comas tanto? —preguntó Elizabeth, intentando comprender la voracidad de su nuevo aliado.

  Goku se encogió de hombros, sin entender del todo la sorpresa de las chicas.

  —En estos días, he estado entrenando mucho. ?Necesito energía! —exclamó, como si eso fuera la explicación más lógica del mundo.

  Rías, que había asumido el rol de cocinera en los últimos días, había comenzado a preparar más comida de lo habitual. Al principio, cocinaba lo necesario, pero cuando Goku le confesó que no estaría satisfecho con eso, decidió hacer un esfuerzo extra.

  —Bueno, esto es lo que hay —dijo Rías, sacudiendo la cabeza con una sonrisa resignada—. Pero ya se ha acabado.

  —Está bien, está bien —respondió Goku, levantándose de la mesa y estirándose—. Será mejor que vayan a descansar; yo me iré a dormir.

  Justo cuando Goku se disponía a marcharse, Elizabeth lo detuvo con una voz tímida.

  —?Este! Se?or Goku, ?puedo preguntarle algo? —su mirada estaba llena de curiosidad.

  Goku se detuvo y la miró con interés. Rías, aún presente, se inclinó un poco hacia adelante, intrigada por la pregunta.

  —Claro, pregúntame lo que quieras —dijo Goku, con una sonrisa amistosa.

  Elizabeth tomó un respiro profundo antes de continuar.

  —Yo nunca antes había imaginado que iría al espacio —comentó, sus ojos brillando de emoción—. El se?or Richards y tú mencionaron cosas sobre el espacio. ?Tú ya has estado allí, verdad?

  Goku asintió, recordando sus aventuras intergalácticas.

  —Sí, he estado en el espacio y he visitado varios planetas —respondió, llevando una mano a su mentón, como si intentara recordar cada detalle—. La primera vez que fui a otro planeta, no sabía qué esperar.

  —?Y cómo es? —interrumpió Rías, su curiosidad ahora completamente despierta—. ?Es como en las películas?

  Goku se rió, su risa era contagiosa.

  —?Oh, no! Es mucho más increíble. Los planetas son tan diferentes. Algunos tienen paisajes hermosos, otros son desiertos áridos, pero nunca se sabe si encontrarás algo nuevo.

  Elizabeth se quedó maravillada, imaginando cada palabra que Goku decía.

  —?Y la comida? —preguntó de repente, con un brillo en los ojos—. ?Es diferente también?

  —?Sí! —exclamó Goku, emocionado—. Hay comidas que ni siquiera puedo describir. Algunas son deliciosas, otras... bueno, digamos que son un poco extra?as. Pero siempre hay algo nuevo por probar.

  Rías sonrió, sintiendo que el entusiasmo de Goku era contagioso.

  —Me encantaría ver todo eso algún día —dijo, so?adora—. ?Crees que veremos lugares así cuando vayamos ma?ana?

  Goku se rascó la cabeza, pensativo.

  —Claro, de hecho, estoy emocionado por saber qué es lo que encontraremos. Y también es emocionante saber con qué tipo de seres nos encontraremos —murmuró eso último para sí mismo. Sonrió desafiante antes de irse del lugar.

  Ambas chicas rieron, sintiendo que la noche se llenaba de sue?os y posibilidades. Goku, con su energía inagotable, había encendido en ellas una chispa de aventura.

  ---

  **A la Ma?ana Siguiente**

  Afuera del hangar, el sonido estridente de las turbinas de la nave espacial resonaba en el aire. Los preparativos estaban listos; solo faltaba que los tripulantes abordaran.

  Tres figuras se acercaban: Rías, Elizabeth y Goku. La emoción se reflejaba en sus rostros; Rías, con la curiosidad de presenciar algo nunca antes visto, y Elizabeth, ansiosa por descubrir lo que vendría a partir de ese momento. Goku, aunque ya había tenido experiencias similares, no podía evitar sonreír al ver el entusiasmo de las chicas.

  —?Miren eso! —exclamó Rías, se?alando la nave—. Es aún más impresionante de cerca.

  —Es increíble —asintió Elizabeth, sus ojos brillando con asombro.

  La compuerta trasera se abrió con un sonido mecánico, y una figura descendió por la plataforma. Reed apareció, vistiendo su traje azul con rayas negras y un número 4 en el pecho. Se acercó a ellos con una sonrisa confiada.

  —Todo está preparado de mi parte. ?Y ustedes? —preguntó, su tono era de un líder experimentado.

  —Sí, ya tenemos lo necesario —respondió Goku, mostrando un estuche con una mano, su sonrisa iluminando su rostro.

  Dentro del estuche había una docena de cápsulas Joipoi, que contenían provisiones y otros objetos esenciales. Goku había traído una cápsula consigo; esta contenía un tractor que le ayudaba en su trabajo. La mostró al Dr. Richards, creyendo que podría ser útil.

  —?Vaya, esto es interesante! —dijo Reed, tomando la cápsula con curiosidad—. Voy a intentar replicarla.

  Mientras examinaba la cápsula, frunció el ce?o. La tecnología era compleja y los recursos limitados. Después de un rato, logró replicar doce cápsulas, aunque con algunas limitaciones.

  —Bien, pueden abordar —anunció Reed, se?alando la entrada de la nave.

  Los demás asintieron y comenzaron a moverse hacia el interior. La nave era espaciosa, con varios asientos a los costados traseros.

  Reed se sentó en el asiento del piloto, mientras los otros tomaban lugar a su lado.

  —Muy bien, voy a despegar ahora, así que prepárense —dijo Reed, su voz transmitiendo confianza.

  La nave comenzó a elevarse lentamente, el sonido de las turbinas llenando el aire con un zumbido constante. Con un giro ascendente, aceleró, surcando el cielo a una velocidad vertiginosa.

  El leve temblor era palpable para todos, especialmente para las chicas, que experimentaban por primera vez la emoción de viajar hacia lo desconocido del espacio. A medida que los segundos pasaban, la luz del día se desvanecía, dando paso a la inmensa oscuridad que reinaba fuera de la atmósfera.

  —?Guau! —exclamó Elizabeth, cautivada, mirando por la ventana—. ?Esto es increíble!

  Sus ojos azules brillaban intensamente ante la vista.

  —?Mira eso! —dijo Rías, se?alando hacia el exterior—. ?Los planetas se ven mucho más grandes que desde el suelo! Es tan hermoso…

  Ambas chicas estaban completamente fascinadas. La vista era asombrosa: numerosos planetas de tama?os descomunales orbitaban alrededor de una estrella aún más grande, todo rodeado por una nebulosa llena de colores brillantes, creando una escena casi mágica que parecía sacada de un cuento de hadas.

  Reed entrecerró los ojos, sintiendo una mezcla de fascinación y desconfianza. Esa vista parecía irreal, como un paisaje de ensue?o que desafiaba la lógica.

  Saliendo de su ensimismamiento, dirigió su mirada hacia Goku, quien contemplaba el firmamento con un rostro lleno de asombro.

  —Dime, Goku —habló Reed, manteniendo su atención en el frente—. ?En qué dirección está Superman?

  Goku, que había estado perdido en sus pensamientos, volvió a la realidad con una sonrisa.

  —él está en esa dirección —respondió, se?alando a uno de los planetas—. Parece que el tiempo ya no fluye de forma rápida para nosotros. él empezó a moverse a una gran velocidad justo ahora.

  Su comentario estaba cargado de confianza, como si tuviera la certeza de que todo saldría bien.

  Mientras la nave se adentraba en lo desconocido, una cosa era clara: encontrarían la forma de regresar a sus hogares, pero primero debían enfrentar lo que el vasto universo les tenía preparado.

  Continuará...

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