PRóLOGO
Vivimos en un mundo donde la bondad existe…
y también su sombra.
Hubo un tiempo en que todo se resolvió a golpes.
El más fuerte dictaba la ley, su pu?o era justicia, su voluntad era destino.
Pero incluso el acero cede ante el número.
Los débiles se cansaron de bajar la cabeza.
Se unieron.
Se rebelaron.
Y, finalmente, los gigantes cayeron.
Así nació una era de paz.
Una era de tecnología brillante, sonrisas forzadas y promesas vacías.
Porque aunque las luces resplandecían...
en las sombras, la podredumbre seguía viva.
Y yo... era quien había jurado extirparla.
No era un héroe. Ni un salvador.
Era un joven cualquiera, nacido en la desconfianza, alimentado por la traición.
Mi meta era simple: erradicar a todos los parásitos que se escondían detrás de la máscara de la moral.
Desde chico, desprecié el sistema.
Desprecié a los falsos.
Entrené mi cuerpo día y noche, esculpí cada músculo a base de rabia y lágrimas.
No por fama. No por gloria.
Pero por una promesa rota...
y un corazón traicionado.
Mi amiga de la infancia, aquella en quien más confiaba, me cambió por alguien con más dinero, más estatus... más mentiras.
Vi cómo me dejaba atrás, sonriendo.
Desde ese día, juré no confiar nunca más.
So?aba con crear un Japón verdadero.
Uno donde los hipócritas no pudieron esconderse.
Pero el destino…
tenía otros planes para mí
Era de noche.
El puente sobre las vías estaba desierto, iluminado apenas por faroles parpadeantes.
Fue allí donde la vi.
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Una chica de mi escuela, con el uniforme rasgado, luchando contra dos hombres.
Uno la sujetaba.
El otro, con una sonrisa asquerosa, la manoseaba como si fuera un objeto.
Tragué saliva.
"No es mi problema", pensé.
Di un paso... pero mis piernas no respondieron.
El latido en mi pecho rugía más fuerte que el tren que se acercaba.
—?Oigan! ?Déjenla en paz! —grité.
Ellos no se inmutaron.
Corrí hacia ellos.
El primer golpe que lancé envió un diente volando al aire.
Grité. Golpeé. Luché.
Hasta que los dos quedaron en el suelo, inconscientes.
Respiraba agitado.
La chica temblaba. Me miraba... con asombro.
Y entonces, sin advertencia...
Me empujó.
Caí hacia atrás.
Las vías rugían bajo mis pies.
El brillo del tren me cegó.
Auge.
Sangre.
Pero ningún cuerpo.
Cuando abrí los ojos...
vi oscuridad.
Calorías.
Suavidad.
Estaba en brazos de una mujer hermosa, de cabello negro como el abismo y piel de porcelana.
Pero lo que me sobresaltó fueron sus... ?pechos enormes!
—Mi peque?o… —susurró ella con una sonrisa embriagadora—. Finalmente, estás aquí.
?Peque?o? ?Qué...?
Intenté hablar, pero solo salió un balbuceo.
Intenté moverme, pero mis manos eran peque?as. Torpes.
?Reencarné...?
Antes de poder entenderlo, mis labios fueron atrapados en algo tibio y dulce.
Leche cálida llenó mi boca mientras mi nueva madre me acunaba contra su pecho.
“Tranquilo… es normal, ?no?”, pensé, rojo como un tomate.
Pero entonces la escuché gemir suavemente:
—Haa~... qué fuerza...
"?Qué clase de mundo es este?"
Hundido en su abrazo cálido, mientras aceptaba que mi vida pasada había terminado de la forma más absurda posible, pensé:
"Carajo... tal vez este nuevo mundo no sea tan malo después de todo."