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Capitulo 15: "Sombras del Pasado, Forjando el Futuro "

  El sol ya se había escondido detrás de las monta?as cuando Erik comenzó a acercarse a la aldea. El cielo, te?ido de naranja y rosa, empezaba a oscurecer, y las sombras alargadas se extendían por el camino que llevaba de regreso. El aire algo fresco de la noche lo envolvía mientras caminaba hacia la aldea, preocupado por la tardanza. No le gustaba preocupar a las chicas, especialmente después de su largo día.

  Al llegar al borde de la aldea, fue recibido por el grupo de mujeres que lo esperaban cerca de la fogata. Becca, Arlea y Lera lo miraron con cierta desaprobación, pero fue Mika quien no pudo ocultar su mirada inquisitiva y una mezcla de emociones difíciles de identificar. Aunque no lo decía, parecía que algo había cambiado en ella desde que había observado a Erik en la cascada.

  La oscuridad ya había comenzado a cubrir la aldea cuando Erik regresó. A medida que se acercaba, la luz de la fogata le mostró el rostro expectante de las chicas. Cuando sus pasos se hicieron más cercanos, las voces se alzaron.

  —"?Erik!" gritó Suri, visiblemente molesta, pero con un toque de alivio. —"?Pensábamos que te habías perdido o algo peor!"

  Becca se acercó rápidamente, con la mirada inquieta. —"?Dónde estuviste? ?Te has tardado mucho!"

  Lera, aunque un poco molesta, se acercó y le dio una ligera palmada en el hombro. —“No hagas eso otra vez. No queremos que te pierdas.”

  Erik sonrió de manera un poco avergonzada, reconociendo que se había tardado más de lo planeado. —"Lo siento, no quería preocuparlas. Solo estuve explorando un poco más allá del río... me distraje, eso es todo."

  Aún caminando hacia la fogata, sus ojos se encontraron con los de Mika. Aunque ella no dijo nada, su mirada parecía un poco más profunda, como si estuviera pensando en algo, o como si hubiera estado observando más allá de lo que Erik había imaginado.

  Mika, que seguía perdida en sus propios pensamientos, se mantuvo callada mientras los demás seguían hablando entre sí. A pesar de que su mente aún procesaba lo que había visto, no podía evitar sentirse algo inquieta al ver a Erik de nuevo. Aquella imagen de él, seguía rondando en su cabeza.

  —"Bueno, ya no importa," dijo Suri con una sonrisa burlona. —"Solo no te vayas a tardar otra vez, ?sí?"

  Erik asintió y se acercó a la fogata, tomando asiento junto a ellas. El ambiente volvió a la normalidad, pero en el fondo, Mika seguía recordando lo que había visto en la cascada, sus pensamientos nublados por la curiosidad y la inquietud.

  —"?Todo bien, Mika?" le preguntó Becca, notando que ella parecía distante.

  Mika, ligeramente sobresaltada, asintió sin mirarlas directamente. —"Sí, todo bien... solo estaba pensando en mis cosas."

  Las conversaciones siguieron fluyendo, pero esa noche, algo había cambiado en la dinámica de la aldea. Y aunque la curiosidad de Mika no había disminuido, sabía que aún quedaban muchas preguntas sin respuesta.

  Erik notó que Mika no decía nada y la miró un momento, casi con una expresión indecisa. —“?Todo bien, Mika?” le preguntó, sin saber si la tensión en el aire tenía algo que ver con él o si simplemente estaba algo pensativa.

  Mika levantó la vista de inmediato, rápidamente componiendo su rostro en una máscara neutral. —“Sí, claro,” respondió con tono cortante, antes de dar un paso atrás, como si quisiera alejarse un poco de él.

  Becca y Arlea intercambiaron una mirada curiosa, pero no dijeron nada, ya que sabían que Mika a veces prefería mantener sus pensamientos para sí misma.

  —“Bueno, ahora que estás de regreso,” dijo Lera, intentando suavizar el ambiente. —“Hemos preparado algo de jugos.”

  Erik asintió con una ligera sonrisa. —“Gracias. Perdón de nuevo por la tardanza. No volverá a pasar.”

  Sin embargo, no podía evitar sentir la mirada distante de Mika, como si algo estuviera pesando en su mente. él decidió no mencionarlo, pero una peque?a inquietud comenzó a formarse en su interior.

  Ya acercándose la hora de ir a descansar Mika fue la primera en levantarse e irse rápidamente a su caba?a, sin antes despedirse de todas.

  —“Buenas noches. Perdón pero estoy algo cansada y tengo algo de prisa.” con pasos veloces se fue sin decir mas.

  La tenue luz de las estrellas se filtraba a través de la ventana de la caba?a de Mika, ba?ando el interior con un suave resplandor. Ella estaba recostada sobre su cama de pieles, la textura áspera pero cálida contra su espalda desnuda. Había dejado sus ropas de pieles a un lado, y su cuerpo apenas cubierto por una piel ligera, buscando alivio del calor persistente.

  Sin embargo, su mente no podía descansar.

  El recuerdo de la tarde junto a la cascada volvía una y otra vez, como el eco de un tambor distante que no podía ignorar. Mika cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, intentando acallar los pensamientos que la invadían. Pero ahí estaban, claros y persistentes, como si su memoria quisiera obligarla a confrontarlos.

  Había visto a Erik completamente descubierto. Cada detalle de su cuerpo, tan diferente al suyo, tan extra?o y desconcertante, se grabó en su mente. Mika recordó cómo su piel parecía más marcada, con cicatrices que contaban historias que no conocía, un torso más amplio y musculoso que contrastaba con las líneas más suaves de las demás. Pero lo que más le inquietaba era lo que vio entre sus piernas, algo que ella no tenía, algo que la hizo sentirse curiosa y confundida al mismo tiempo.

  —“?Por qué… es así?” susurró para sí misma, llevándose una mano al rostro, avergonzada por sus propios pensamientos. Era algo que nunca había visto ni imaginado. Su educación en la aldea jamás había mencionado nada parecido, y las mayores siempre habían sido evasivas sobre los hombres. Ahora entendía por qué, aunque todavía no podía comprender del todo lo que significaba.

  Giró su rostro hacia la pared de madera, donde las sombras de las ramas parecían danzar con el viento. Sus dedos trazaron distraídamente las cicatrices en su propio cuerpo, cerca de su clavícula, recordándole que ella también llevaba marcas de su pasado. Comparó sus cicatrices con las de Erik en su mente, preguntándose qué historias guardaban las suyas, qué le había pasado para llevar tantas en su piel.

  —“Es tan diferente… tan extra?o…” murmuró, pasando su mano por su seno izquierdo hasta llegar a su vientre descubierto. —“?Será que todos los hombres son así?”

  Sin poder evitarlo, Mika dejó escapar un suspiro profundo. Su pecho subía y bajaba lentamente mientras su mente seguía girando en torno a lo que había visto. —?Debería hablar de esto con alguien? ?Becca? ?Jaia talvez? Pero el pensamiento de compartir lo que había presenciado la hizo sonrojarse. No, esto era algo que debía guardar para sí misma, al menos por ahora.

  Con un último vistazo hacia el techo, Mika cerró los ojos, intentando acallar las preguntas que no dejaban de rondarle la cabeza. Pero sabía que esta noche no dormiría fácilmente. Había visto algo que había cambiado su percepción del mundo, y ahora, no podía ignorarlo.

  Ya era de ma?ana y Erik estaba en su caba?a, con la tarea de limpiar y ordenar algunas de sus cosas. Mientras lo hacía, vio algo que lo hizo detenerse un momento: las frutas que había traído, la fruta que sabia a limón, la salada, la había guardado entre sus cosas, esperando que al estar seca se quitara su exceso de salado.

  Recordó las muchas veces que había estado buscando entre los vegetales de este mundo, algo familiar, algo que le recordara a los sabores de la Tierra. Era difícil encontrar algo que tuviera el sabor al que estaba acostumbrado, así que decidió que sería el momento perfecto para experimentar con la fruta salada.

  Con la fruta en mano, comenzó a pensar en qué podría hacer. Las chicas no conocían lo que era un sabor salado, por lo que sería algo completamente nuevo para ellas. Pensó que podría hacer una sopa ligera con los pocos ingredientes que había conseguido: algunos vegetales con sabores conocidos, y la fruta salada que ahora tenía entre sus manos seca, que su sabor salado disminuyo considerablemente al secarse.

  Era una receta sencilla, pero lo suficiente para ver si funcionaba y, si salía bien, sorprendería a las chicas con algo distinto.

  Se dirigió a la zona de cocina con una canasta llena de ingredientes. Había pasado varios días recolectando, buscando sabores familiares que lo reconectaran en la Tierra. Entre sus hallazgos más recientes se encontraba la fruta salada, algo que las chicas de la aldea conocían desde hace mucho tiempo y no les gusto para nada al ser muy salada estando fresca.

  Sin embargo, cuando eran más peque?as, todas la habían probado y la consideraban horrible. Hada, especialmente, la recordaba con aversión, pues nunca le habían gustado el sabor. A pesar de todo, había decidido darle una oportunidad, convencido de que podría utilizarla de una manera que cambiaría su percepción.

  —?Hola, Arlea! —saludó mientras se acercaba, dejando la canasta en la mesa—. He estado buscando estos ingredientes que me recuerden a mi hogar. ?Qué te parece si cocinamos algo juntos hoy?

  Arlea, sorprendida pero interesada, asintió con una sonrisa.

  —Claro, me encantaría. ?Qué tienes ahí? —preguntó, mirando la canasta llena de verduras y vegetales.

  Erik sacó los ingredientes uno por uno, mostrándole a Arlea lo que había encontrado. Cuando llegó a la fruta salada, Arlea frunció el ce?o. Sabía lo que era, pero nunca la había visto de esa forma.

  —Esto es algo especial —comentó Erik mientras la sostenía—. En mi... aldea, la utilizábamos para hacer sopas, guisos y muchas comidas. Me gustaría probar hacer algo con ella. ?Te gustaría ayudarme?

  Arlea lo miró, algo dubitativa, pero finalmente asintió.

  —Está bien, vamos a intentarlo.

  Mientras Arlea continuaba con su guiso habitual, Erik comenzó a preparar su sopa. Cortó cuidadosamente la fruta salada y la combinó con los otros ingredientes que había recolectado. Sabía que su sopa sería ligera, algo diferente, pero lleno de sabor. Mientras cocinaban juntos, la atmósfera era relajada, aunque Arlea no podía evitar sentirse un poco nerviosa por estar tan cerca de Erik, especialmente cuando a veces sus manos se rozaban al compartir la tarea.

  Las chicas, curiosas, comenzaron a acercarse a la zona de cocina. Se asomaron con cautela, observando a Erik y Arlea mientras trabajaban. Mika, Suri, y las demás no pudieron evitar notar lo inusual de la escena. Era raro que Erik y Arlea cocinaran juntos, ya que normalmente Arlea era quien se encargaba de todo.

  —?Qué están haciendo? —preguntó Mika, mirando intrigada desde un rincón.

  —No sé, pero parece que están cocinando algo especial —respondió Suri, mirando a Arlea con una sonrisa.

  Alisha, con su usual tono de curiosidad, no pudo evitar a?adir:

  —Nunca había visto a Arlea tan nerviosa. Pero parece que está disfrutando de la compa?ía de Erik.

  A medida que los platos se iban completando, las chicas comenzaron a cuchichear entre ellas. Nunca antes habían visto que se utilizara esa fruta tan horrible de esta forma.

  —?Recuerdan cuando éramos peque?as y probamos esa fruta? —dijo Hada con un gesto de disgusto. —?No pude soportarlo! Era asquerosa.

  —Sí, yo tampoco la soporté —comentó Lera. —Pero nunca se me ocurrió probarla de esta forma.

  Cuando ambos platos estuvieron listos, las chicas se sentaron en la mesa, mirando con curiosidad las comidas que Arlea y Erik habían preparado. Aunque todas conocían la fruta, nunca pensaron que alguien podría usarla para cocinar algo.

  Las chicas ya conociendo el guiso de Arlea, probaron primero el plato de Erik. Nada más al primer bocado, se sorprendieron. El sabor era completamente diferente de lo que recordaban.

  —?Esto es increíble! —exclamó Becca, sorprendida. —Nunca imaginé que esa fruta pudiera saber tan bien preparada así.

  Erik sonrió, satisfecho con su creación.

  —La clave es usarla con otros ingredientes. No se trata solo de la fruta, sino de equilibrar los sabores. La combinación con los vegetales y las verduras frescas hace toda la diferencia.

  Las chicas asintieron, tomando más cucharadas de la sopa con entusiasmo. A pesar de que Arlea había preparado su guiso con todo su esmero, la sopa parecía robarse la atención de todas.

  Suri, observando la reacción de las demás, notó que la sopa había sido un éxito rotundo. Sin embargo, no quería que Arlea se sintiera mal al ver que su guiso no había impresionado tanto. Con una sonrisa, Suri decidió ser discreta y se sirvió el guiso de Arlea, sabiendo que era importante que su amiga no se sintiera rechazada.

  —Yo voy a quedarme con el guiso —dijo Suri mientras tomaba una porción—. ?Está delicioso, Arlea! No te preocupes, tu guiso es maravilloso, como siempre.

  Arlea, sonrojada por el comentario de Suri, se sintió agradecida y sonrió tímidamente.

  —Gracias, Suri. Me alegra que te guste —respondió, aliviada al ver que apreciaba su esfuerzo.

  Al ver cómo las chicas disfrutaban de la sopa, Erik sintió una satisfacción profunda. No solo había logrado mostrarles algo nuevo, sino que también había unido a todos en torno a la comida, algo que en su mundo tenía un valor especial, en comer con la familia unida.

  Mientras las chicas seguían disfrutando de la sopa de Erik, Arlea, aunque contenta de que todos estuvieran comiendo bien, no podía evitar sentirse un poco triste. Su guiso, aunque delicioso, parecía haber quedado en segundo plano frente a la sopa innovadora de Erik. A pesar de la amabilidad de Suri al tomar primero una porción de su guiso, Arlea no podía evitar notar que la mayoría se había decantado por la sopa.

  Erik, al darse cuenta de que Arlea parecía un poco decaída, se acercó a ella con una sonrisa reconfortante. Se sentó junto a ella, donde la veía un poco distante mientras las demás disfrutaban de la comida.

  —Oye, Arlea —dijo suavemente—, ?todo bien? Vi que parecías un poco... ?desanimada?

  Arlea levantó la vista y, al ver la preocupación en los ojos de Erik, se sintió un poco avergonzada. Sus manos jugueteaban nerviosas con su cuchara.

  —Es solo que... no esperé que tu sopa tuviera tanto éxito —admitió con una sonrisa tímida, intentando disimular su malestar. —Mi guiso... bueno, no es que no me guste, pero... no es lo que esperé.

  Erik sonrió amablemente y le dio un toque en el hombro, tamando suavemente su mano, intentando aliviar su malestar.

  —No te preocupes por eso. Todos amamos tu guiso, Arlea. Es solo que... bueno, yo intenté algo diferente, y eso a veces llama más la atención. Pero eso no significa que lo tuyo no sea increíble, ?sabes? Hay días en que todos nos sentimos más creativos. La verdad es que, para mí, el guiso que preparas es uno de los mejores platos que he probado.

  Arlea lo miró sorprendida, y una peque?a sonrisa apareció en su rostro al escuchar sus palabras. Aunque la situación le había causado algo de inseguridad, las palabras de Erik la hacían sentirse mejor.

  —Gracias, Erik... —dijo con suavidad, inclinando su cabeza en el hombro de Erik, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo comenzaba a desvanecerse. —Tu sopa estaba deliciosa. Tal vez… la próxima vez pueda hacer algo que te sorprenda.

  Erik se rió suavemente, asegurándole:

  —No tienes que hacerlo por mí, ni por nadie. Lo importante es que todos disfrutamos de tu comida. Y si alguna vez tienes dudas, sabes que estaré aquí para apoyarte. Después de todo, estamos en esto juntos, ?verdad?

  Arlea asintió, sintiéndose mucho más tranquila. Aunque a veces las comparaciones podían ser difíciles, sabía que el no la juzgaría. Ella sentía una calidez en su interior, no solo por el apoyo de Erik, sino por la sensación de que, con él, la cocina y la vida en la aldea tenían algo más especial.

  La conversación fluyó de manera relajada mientras todos continuaban comiendo. Arlea, agradecida por el gesto de Erik, pudo disfrutar del momento sin pensar demasiado en los peque?os detalles. La comida, los amigos y la compa?ía eran lo que realmente importaba.

  Al final, todos comieron y rieron juntos, disfrutando de los sabores que Erik había traído a la comida, mientras Arlea y Erik compartían una sonrisa cómplice.

  Mika observaba desde su lugar. Sus pensamientos seguían atrapados en lo que había visto. Sin saber cómo abordarlo, decidió acercarse, fingiendo interés en otra porción de comida.

  —?Queda un poco más? —preguntó, sosteniendo su plato hacia Erik.

  —Claro, todavía hay suficiente —respondió él, sirviendo con cuidado.

  Mika tomó asiento cerca, observando cómo Erik interactuaba con Arlea, animándola sobre su guiso. Poco a poco, las demas terminaron de comer y comenzaron a retirarse a sus actividades. Solo quedaron Erik y Mika bajo la sombra del árbol.

  —Estás muy acostumbrado a esto de cocinar, ?verdad? —preguntó Mika casualmente mientras revolvía su plato.

  —Diría que sí, aunque en mi mun... aldea la cocina es muy diferente. Pero aquí no está mal —respondió Erik, sonriendo.

  Mika asintió, fingiendo indiferencia mientras buscaba las palabras correctas.

  —Tu aldea debe ser muy diferente a la nuestra. Parece que ustedes los… hombres tienen muchas cosas que nosotras no conocemos.

  Erik levantó la vista, algo intrigado por su comentario.

  —Sí, bastante diferente. Aunque creo que con el tiempo podríamos compartir conocimientos y aprender unos de otros.

  Mika jugueteó con su cuchara, intentando sonar casual.

  —Debe ser interesante venir de un lugar tan distinto. Imagino que allá los hombres y las mujeres… bueno, tienen diferencias que aquí no conocemos.

  Erik, que estaba a punto de llevarse un bocado a la boca, se detuvo por un momento, bajando lentamente la cuchara. Su expresión permaneció neutral, pero en su mente buscaba una forma de responder sin entrar en detalles.

  —Sí, hay algunas diferencias. Pero al final, todos somos personas, ?no? Lo importante es cómo trabajamos juntos y nos apoyamos.

  Mika pareció aceptar la respuesta, aunque su curiosidad seguía presente.

  —Entiendo… supongo que tienes razón —murmuró, volviendo a concentrarse en su comida.

  —Bueno, no hay nada malo en ser diferentes. Si alguna vez tienes dudas sobre algo, puedes preguntarme.

  —Tal vez lo haga —dijo Mika con una sonrisa ligera, aunque sus pensamientos seguían girando en torno a lo visto.

  Desde la distancia, Jaia observaba la interacción con una ceja arqueada, escuchando fragmentos de la conversación sin intervenir. Erik, ajeno a la situación, terminó su plato y se levantó para llevarlo a lavar.

  Mika lo siguió con la mirada, mordiéndose el labio en frustración. Aunque Erik había sido amable, sabía que había evadido sus preguntas. Jaia, mientras tanto, se marchó pensativa, preguntándose si era momento de intervenir o dejar que Mika resolviera sus propias dudas.

  La tarde avanzaba cuando Erik, Suri y Lera discutían cerca de la entrada de la aldea. La idea de buscar materiales en el río había surgido de un comentario casual, pero Lera, con su entusiasmo habitual, había tomado la iniciativa.

  —“Tenemos que encontrar ese metal, Erik,” dijo Lera con determinación mientras ajustaba su coleta alta.

  Erik se rascó la nuca, mirando hacia las monta?as que se elevaban a lo lejos. —“No estoy seguro, Lera. Incluso si lo encontramos, no sé si pudriéramos trabajarlo correctamente. No tenemos las herramientas para trabajarlo como se debería.”

  —“?Pero podríamos aprender!” insistió Lera, sus ojos brillando con entusiasmo. —“Imagínalo: herramientas más fuertes, armas mejores. Podríamos hacer tanto con eso.”

  Suri, que estaba sentada en una roca cercana, saltó al oír aquello. —“?Armas? ?Eso suena genial! Yo quiero una espada real.” moviendo una rama como si fuera una.

  Erik sonrió débilmente, pero aún dudaba. —“Es que no es tan sencillo. Trabajar con metal requiere más que solo encontrarlo. Necesitaríamos un horno adecuado, mucha le?a, y mucha práctica para no desperdiciarlo. Además...”

  —“Además, nada,” interrumpió Lera, cruzando los brazos. —“Solo necesitamos encontrarlo primero. Estoy segura de que podemos resolver lo demás después. Vamos a buscarlo.”

  Alisha, que había estado escuchando desde una distancia cercana, mientras recogía hierbas, no pudo contenerse más. Sus manos temblaban al escuchar sus palabras, y los recuerdos de su esposo y su hijo llenaron a su mente. Finalmente, dio un paso adelante y se aclaró la garganta para llamar su atención.

  —“muchachos,” dijo con voz firme, “necesito hablar con ustedes.”

  El grupo se giró sorprendido. Era raro que Alisha interviniera en las actividades, pero la seriedad en su rostro los dejó en silencio.

  —“?Algo malo, se?ora Alisha?” preguntó Erik, notando su tono grave.

  Alisha los miró a todos, pero su atención se centró en Erik. —“Sé que tienes buenas intenciones, pero déjame advertirte algo. Ese ‘metal’ que buscan... no siempre trae beneficios. Puede ser un camino peligroso. Lo sé porque perdí a mi familia por su causa.”

  Lera frunció el ce?o. —“?Por el metal? ?Cómo?”

  La mujer mayor suspiró y bajó la mirada por un momento antes de responder. —“Ellos trabajaban con él. Era un material extra?o y difícil de manejar, pero sería útil para todos. Al principio, todo iba bien... hasta que se enfermaron.”

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  Suri ladeó la cabeza, confundida. —“?Se enfermaron por trabajar con el metal?”

  —“Eso creo,” dijo Alisha, su voz quebrándose. —“Comenzaron a enfermarse y nada de lo que hiciéramos los ayudó. Murieron uno tras otro. Nunca supe con certeza qué lo causó, pero siempre sospeché que fue ese maldito metal.”

  El silencio que siguió a la advertencia de Alisha fue incómodo, pero breve. Lera, con el ce?o fruncido y los brazos cruzados, no parecía convencida.

  —“?Cómo puede una roca enfermarlos?” preguntó finalmente, su tono incrédulo. —“Eso no tiene sentido. Si lo piensas, es solo un material más, como la madera o el hueso. Tal vez se enfermaron por otra cosa, algo que vino del bosque.”

  Alisha suspiró, llevándose una mano a la frente. —“Lera, no sabes lo que dices. Ellos trabajaron con ese metal durante a?os, todos los días. Y fue después de eso que... comenzaron a enfermarse.”

  —“Pero no puedes estar segura de que fue por el metal,” insistió Lera, dando un paso hacia Alisha. —“?Tal vez solo tuvieron mala suerte! ?No crees que vale la pena intentarlo si puede ayudarnos?”

  Alisha cerró los ojos por un momento, como si estuviera librando una batalla interna. Finalmente, los abrió y miró a los tres con una expresión resignada. —“Está bien. Si no vas a escuchar, les mostraré algo. Síganme.”

  Suri y Erik intercambiaron una mirada curiosa, mientras Lera se apresuró a seguir a Alisha, satisfecha de que su insistencia hubiera dado resultado a sus preguntas.

  Caminaron por varios minutos y Alisha los llevó hacia el extremo noroeste de la aldea, a un lugar donde las caba?as se volvían menos frecuentes y los árboles comenzaban a ganar terreno. Allí, oculta entre arbustos y maleza, había una estructura diferente a cualquier otra en la aldea: una caba?a grande, con paredes de piedra y un techo reforzado con tablones gruesos.

  —“Este era el taller donde mi familia y otros hombres trabajaban,” dijo Alisha en voz baja, con un tono cargado de nostalgia. —“Lo construyeron lejos de la aldea para que el ruido no molestaran a nadie. Después de sus muertes, sellamos la entrada. No pensé que volvería a abrirlo.”

  Erik observó la estructura con atención. Aunque estaba algo descuidada por el tiempo, el taller seguía en buen estado. —“Es impresionante,” comentó mientras Alisha empujaba una puerta de madera robusta, que cedió con un crujido.

  Dentro, el aire estaba cargado de polvo y el olor metálico era perceptible incluso después de tantos a?os. Las herramientas colgaban de las paredes: martillos, tenazas, limas y otros instrumentos que Erik reconoció vagamente. En una esquina, un yunque muy especial se alzaba junto a un horno de piedra, ahora apagado y cubierto de polvo y cenizas de maderas.

  —“Todo lo que necesita para trabajar el metal está aquí,” dijo Alisha, se?alando las herramientas con un gesto amplio. —“Pasaron días y noches enteras aquí, moldeando herramientas y cosas para la aldea. Pero al final, este lugar les costó la vida.”

  El sonido de pasos resonó en el interior del taller, un espacio que parecía contener ecos del pasado. Erik observaba cada rincón con atención, inspeccionando con la vista las herramientas de colores y las superficies ennegrecidas por el uso del horno. Suri, fascinada, se movía entre las mesas de trabajo mientras Lera, con los brazos cruzados, aún estaba enfadada por haber desconocido la existencia de un lugar tan increíble.

  —“?Por qué no nos dijeron nada de este lugar?” exclamó, cruzándose de brazos y mirando a Alisha con enojo. —“?Cuántas cosas más nos ocultan? Esto podría haber sido útil para la aldea hace a?os, ?y aquí está, lleno de polvo!”

  Alisha cerró los ojos, sintiendo que la culpa la envolvía de nuevo. —“Porque no quería que nadie más sufriera,” respondió con voz tensa. —“Este lugar... este lugar nos dio muchas cosas, pero también nos quitó mucho.”

  —“?Pero cómo puedes estar tan segura de que fue el metal?” insistió Lera, su ce?o fruncido. —“Quizás fue otra cosa. Esto es solo un taller.”

  De repente, el sonido de voces y pasos apurados interrumpió la conversación. Por la puerta del taller aparecieron Jerut y Jaia, ambas con expresiones de incredulidad y preocupación.

  —“?Alisha!” exclamó Jaia, su tono cargado de reproche. —“?Cómo pudiste traerlos aquí?”

  Jerut avanzó rápidamente, sus ojos recorriendo el taller antes de posarse en Erik, Suri y Lera. —“?Qué están haciendo aquí? Este lugar debería haber quedado en el pasado.”

  Alisha, que estaba con los ojos llenos de lágrimas. —“No podía seguir ocultándolo. Ellos necesitaban saberlo. Si quieren trabajar con metal, no podran hacerlo sin que entiendan los riesgos.”

  —“??Riesgos?!” replicó Jerut, agitando una mano hacia las paredes ennegrecidas. —“Este lugar no solo está lleno de riesgos, Alisha. Aquí perdimos a muchos amigos y a nuestras familias. ?Quieres que la historia se repita?”

  Lera, incapaz de contenerse, dio un paso adelante. —“Con todo respeto, pero esto no es justo. Si supiéramos cómo manejar todo correctamente, podríamos usar este taller para mejorar nuestras vidas. ?No tiene sentido mantenerlo en secreto si hay un modo seguro de hacerlo!”

  Jerut se adelantó, su voz firme. —“No tienes idea de lo que dices, jovencita. Este lugar no es un simple taller. Es un recordatorio de lo peligroso que es tratar de jugar con cosas que no entendemos del todo.”

  Lera dio un paso hacia adelante, se?alando el entorno. —“?Eso es precisamente lo que necesitamos aprender! Si no lo entendemos, nunca avanzaremos. ?Por qué negarnos esa oportunidad?”

  Erik, que había estado observando en silencio, finalmente intervino con un tono serio pero calmado. —“Lera, entiendo tu entusiasmo, pero ellas tienen razón en estar preocupadas. Trabajar con metal no es algo que se pueda tomar a la ligera. Hay peligros reales aquí, y yo lo he visto.”

  Lera se giró hacia él, frunciendo el ce?o. —“?Qué peligros? ?Por qué todos están tan aterrados de este lugar?”

  Erik respiro serenamente y se?aló a Alisha, que permanecía en silencio pero con los ojos húmedos. —“Por ejemplo, ?sabes cómo puedo diferenciar a Alisha de Jerut? Las marcas en sus u?as.”

  Lera y Suri miraron a Erik con sorpresa, mientras Jerut entrecerraba los ojos con desconfianza. —“?Qué marcas?” preguntó Suri.

  —“Las u?as de la se?ora Alisha tienen peque?as líneas y manchas características del envenenamiento por metales,” explicó Erik, tomándola de las manos con suavidad. —“Es un síntoma que he visto antes. Se desarrolla cuando alguien está expuesto a metales tóxicos durante mucho tiempo. Alisha, ?me equivoco?”

  Alisha, con la voz quebrada, negó con la cabeza. —“No te equivocas. Mi esposo trabajaba aquí, forjando herramientas, utensilios, todo lo que la aldea necesitaba. Por un tiempo lo ayudaba… y nuestro hijo también empezó a trabajar con él.”

  Suri y Lera intercambiaron miradas confundidas. Fue Suri quien preguntó primero, con un tono lleno de curiosidad. “?Esposo? ?Qué es eso?”

  La pregunta pareció colgar en el aire, cargada de un peso que las mayores no habían anticipado. Alisha cerró los ojos un momento antes de responder.

  —“Su nombre era Aron,” dijo Alisha, con un tono suave pero cargado de emoción. —“Era el hombre con el que vivía, trabajábamos juntos.”

  Jerut intervino, su tono más severo. —“Ya basta de preguntas. Este no es el momento ni el lugar para explicarlo todo. Lo importante aquí es que este lugar no es un juego. Casi todo lo que toques puede ser peligroso si no sabes cómo manejarlo.”

  Lera cruzó los brazos y miró a Erik y a las mayores con escepticismo. A pesar de todo lo que se había dicho, no podía aceptar fácilmente que el metal fuera la causa de tantas muertes.

  —“Esto no tiene sentido,” dijo Lera, su tono desafiante. —“?Cómo puede una roca matar a alguien? Es solo eso, una roca. Quizás el bosque, con sus criaturas y enfermedades, fue lo que los enfermó.”

  Erik suspiró, entendiendo que su incredulidad no era por terquedad, sino por la falta de conocimiento. Miró a las mujeres mayores, quienes observaban la discusión en silencio, con expresiones tensas.

  —“Lera, no es una roca cualquiera,” explicó Erik. —“Los metales tienen propiedades que, si no se manejan con cuidado, pueden ser tóxicas para el cuerpo. Como dije antes sobre las marcas en las u?as, hay mas síntomas.”

  Lera lo miró con incredulidad, como si todavía no quisiera aceptar lo que escuchaba. “?Y tú cómo sabes eso?”

  Erik dudó un momento, pero luego dijo. —En mi mun... aldea, hemos estudiado estos efectos, y los síntomas suelen incluir fatiga, pérdida de memoria, dolores de cabeza, irritabilidad y en casos más graves, la muerte. ?Les suena familiar, esos síntomas?” girando y viendo a las mayores.

  Jerut y Jaia se miraron entre sí, sus rostros palideciendo. Fue Jerut quien habló primero.

  —“Recuerdo a nuestro hermano mayor… siempre estaba cansado. Decía que le dolía la cabeza, y que le costaba respirar. Pero creíamos que era porque trabajaba mucho en este lugar y en el bosque buscando alimentos,” dijo, su voz quebrándose.

  Jaia asintió lentamente. —“Y no solo él. Los otros hombres también. Algunos se volvían irritables, olvidaban cosas… creíamos que era una maldición. Algo que el bosque había traído con el tiempo.”

  Alisha se llevó una mano al pecho, sus ojos llenos de lágrimas. —“Mi esposo… mi Aron también tuvo todos esos síntomas. Y mi hijo… él empezó a trabajar aquí tan joven. Siempre decía que el polvo del taller le raspaba la garganta. Pero nunca pensé en ese momento que esto lo estaba matando.”

  Lera frunció el ce?o, pero su postura comenzó a aflojarse. —“?Cómo sabemos que no fue realmente una enfermedad? Algo del bosque, como siempre han creído.”

  Erik se acercó, se?alando los bordes oscuros de la fragua y el polvo acumulado en las herramientas y la falta de entrada de aire fresco al lugar. —“Porque esto no es algo que el bosque pueda hacer. El envenenamiento por metales afecta lentamente, y los síntomas son específicos. Las marcas en las u?as, los dolores musculares, los problemas para respirar… todo encaja. Y no es casualidad que ocurrió aquí, donde trabajaban con metal sin medidas de protección.”

  Jerut, con los ojos llenos de reconocimiento, murmuró: —“Siempre evitamos este lugar después de que ellos murieron. Pensábamos que estaba maldito, que el bosque nos había castigado. Pero ahora… todo tiene sentido.”

  Jaia, apoyándose en una pared, agregó: —“Eso explica por qué las enfermedades no afectaron algunos hombres y mujeres, ni a los ni?os peque?os que no venían aquí. Siempre creímos que éramos afortunadas, pero tal vez solo fue porque no trabajábamos con el metal.”

  Lera apretó los labios, todavía luchando con la idea, pero viendo las reacciones de las mayores, comenzó a vacilar. “?Y cómo sabes tanto sobre esto?”

  Erik se encogió de hombros. —“En mi aldea, hemos aprendido de los errores del pasado. Sabemos que el metal puede ser muy útil, pero también peligroso si no se maneja con cuidado. Por eso necesitamos protegernos: los pies, las manos, la cara… incluso algo para evitar respirar el polvo.”

  Alisha levantó la mirada, con lágrimas rodando por sus mejillas. —“Ahora entiendo… ellos murieron porque no lo sabíamos. Mi esposo… mi hijo… si hubieran sabido esto, tal vez podrían haber vivido.”

  El silencio se apoderó del lugar, y las palabras de Erik quedaron suspendidas en el aire. Las mayores asimilaron la verdad, mientras Lera parecía dividida entre su deseo de desafiar y la evidencia frente a ella.

  Finalmente, Alisha rompió el silencio, mirando a Lera con una mezcla de dolor y determinación. —“Tal vez sea difícil de creer, Lera. Pero si este conocimiento puede evitar que alguien más pase por lo que nosotras vivimos, entonces debemos escucharlo.”

  Lera, aunque aún parecía alterada, miró a Alisha con una mezcla de compasión y remordimiento. —“Yo... lo siento, no sabía que... que era tan grave.”

  Erik dio un paso hacia Lera, buscando su mirada. —“Esto no significa que no podamos trabajar con el metal en el futuro, pero tenemos que hacerlo de forma segura. No podemos repetir los errores del pasado. Si queremos usar este lugar, primero hay que adaptarlo y protegernos. Ellas solo estaban tratando de protegerlas.”

  Lera bajó la cabeza, claramente luchando con sus emociones. Finalmente, asintió en silencio, aunque todavía había una chispa de frustración en sus ojos.

  Suri se acercó a las mayores, mirándolas con su cara mas tierna. —“No se preocupen,” les dijo con dulzura. —“Hicieron lo que pensaron que era mejor para protegernos.”

  Alisha asintió, aún secándose las lágrimas. —“Si van a trabajar con el metal, lo único que les pido es que sean cuidadosos. Y que nunca olviden lo que pasó aquí.”

  Erik miró alrededor del taller una vez más, sintiendo el peso de lo que representaba. —“Haremos esto bien,” prometió. —“Si vamos a usar este lugar, será con todo el respeto y cuidado que merece.”

  Jerut suspiró, cruzando los brazos. “Está bien. Pero estaremos vigilándolos de cerca. Ni un paso en falso, ?entendido?”

  Mientras los demás hablaban cerca de la entrada del taller, Suri, siempre curiosa, se adentró más en el lugar. En un rincón oscuro y polvoriento, algo bajo una gran manta gris y descolorida captó su atención. Se acercó con cautela, observando cómo el polvo flotaba en el aire con cada paso.

  Con ambas manos, tiró del borde de la manta. Era más pesada de lo que esperaba, y levantó una peque?a nube de polvo al caer al suelo. Lo que quedó al descubierto hizo que Suri abriera los ojos de par en par.

  —“?Miren esto!” llamó, haciendo que todos se giraran hacia ella.

  Todos dejaron lo que estaban haciendo y se acercaron al rincón donde Suri estaba de pie, se?alando el objeto. Erik fue el primero en acercarse para observarlo de cerca.

  —“Esto… es un telar,” dijo, casi en un susurro. —“Hace mucho que no veo uno de estos.” pensándolo ya que solo había visto imágenes en libros muy antiguos.

  Lera arqueó una ceja. —“?Un telar? ?Qué hace exactamente?”

  —“Sirve para tejer los hilos y crear telas,” explicó Erik, recorriendo con las manos las piezas de madera, que aunque desgastadas, seguían siendo sólidas. —“Es una máquina que permite entrelazar los hilos de manera uniforme.”

  Alisha, que había permanecido en silencio, dio un paso adelante. —“Ese telar lo construyó mi abuelo, con ayuda de otros hombres de la aldea. Lo trajeron aquí cuando se arruino, pensando que podrían arreglarlo. Pero después de que… de que todo cambió, nadie quiso volver aquí, y el telar quedó olvidado.”

  Jaia asintió, su expresión cargada de nostalgia. —“No solo quedó olvidado. Después de que perdimos a los hombres, nos daba miedo venir aquí. Pero recuerdo algo de cómo funcionaba. Ayudábamos a usarlo. Si lo limpiamos y arreglamos, podríamos hacerlo funcionar otra vez… aunque tendremos que recordar cómo usarlo. Ha pasado tanto tiempo.”

  —“?Ustedes saben usarlo?” preguntó Erik, sorprendido.

  —“Sí,” respondió Jaia, con una ligera sonrisa. —“Aprendimos cuando éramos jóvenes. Pero dejamos de usarlo hace mucho tiempo. Las técnicas están ahí, enterradas en algún lugar de nuestra memoria. Tendremos que practicar y recordar.”

  Erik observó el telar con más detenimiento, evaluando su estado. —“No está tan mal. Si recuerdan cómo usarlo, podemos restaurarlo. Solo necesita limpieza y reforzar algunas piezas. Creo que podríamos dejarlo como nuevo.”

  —“?Y serviría para la lana que estamos trabajando?” preguntó Lera, con los ojos brillando de entusiasmo, casi olvidando el malestar de no poder trabajar con el metal en poco tiempo.

  —“Por supuesto,” respondió Erik con una sonrisa. —“Si lo arreglamos, podríamos hacer telas más rápido y con menos esfuerzo, que se parezcan a la tela de mis pantalones, resistentes y algo flexibles. Además, podría ser una gran mejora para la ropas de la aldea.”

  Suri acarició la madera con curiosidad. —“Es increíble pensar que algo tan útil estuvo escondido aquí todo este tiempo.”

  Alisha suspiró profundamente, su voz cargada de emoción. —“Es otro recordatorio de lo que dejamos atrás. Pero si podemos usarlo ahora… tal vez valga la pena.”

  Erik observando el telar como si fuera un tesoro recién descubierto. —“Esto podría ser un gran proyecto para todos. Pero necesitaré ayuda para repararlo. ?Quién se apunta?”

  Lera levantó la mano sin dudarlo. —“Yo quiero ayudar. Quiero ver cómo funciona y hacer tela como tus pantalones, pero de lana me fascina mas.”

  Suri la imitó, mostrando el mismo entusiasmo. Las mayores intercambiaron miradas, y aunque Jaia parecía más reservada, finalmente asintió. —“Si esto puede beneficiar a todos, no deberíamos dejarlo aquí olvidado otra vez.”

  Erik sonrió. —“Perfecto. Con algo de trabajo, este telar volverá a la vida. Y esta vez, lo usaremos bien.”

  Jaia tocó la madera del telar con suavidad, como si intentara conectar con un recuerdo distante. —“Sería un buen uso para toda esa lana que nunca supimos aprovechar. Pero necesitaré algo de tiempo para recordar los detalles.”

  —“Entonces, ?podemos intentarlo?” preguntó Suri, con emoción en la voz.

  Alisha asintió lentamente. —“Sí. Si podemos recuperar el conocimiento y usarlo para mejorar la aldea, valdrá la pena. Pero no será fácil.”

  Erik sonrió. —“Nada que valga la pena es fácil. Si trabajamos juntos, estoy seguro de que podremos lograrlo.”

  Las mayores se sintieron revitalizadas al recordar los días en que el telar era parte de su vida temprana, mientras que los jóvenes estaban ansiosos por aprender algo completamente nuevo.

  Con una energía renovada, comenzaron a planear cómo restaurar la vieja máquina en los proximos dias, sintiendo que estaban recuperando un pedazo del pasado que podría construir un mejor futuro para la aldea.

  El grupo caminaba en silencio de regreso a la aldea, dejando atrás el 'taller de herrería'. Erik mantenía las manos en los bolsillos mientras observaba el suelo bajo sus pies. La conversación anterior seguía rondando en su cabeza.

  —?Cómo podían no saber? Esa pregunta lo inquietaba. Las herramientas que había visto en la herrería eran impresionantes, hechas con un nivel de habilidad que claramente indicaba a?os de experiencia y dedicación. Sin embargo, los colores extra?os en el metal y la falta de medidas de seguridad básicas sugerían que algo había salido mal en algún punto del proceso.

  Miró de reojo a Lera, quien caminaba un poco más adelante, con el rostro aún tenso. Jaia y Alisha hablaban en voz baja entre ellas, y sus palabras apenas llegaban a sus oídos, pero parecían discutir sobre el pasado y los peligros que enfrentaron en ese lugar.

  —“El abuelo de Ayla… ?sabía él sobre los riesgos y no los compartió? ?O simplemente no entendía lo que estaba pasando?” Erik apretó los labios. Era difícil de decir. En la Tierra, los herreros y artesanos de épocas pasadas también trabajaban en condiciones peligrosas, simplemente porque no conocían mejor.

  Mientras avanzaban por el sendero que conectaba la herrería con la aldea, Erik recordó cómo las herramientas del taller de Lera también mostraban se?ales de manos muy expertas aunque sean de madera. En aquel entonces, los hombres trabajaban sin protección adecuada, y las consecuencias habían sido catastróficas.

  —“?Por qué dejaron que el horno terminara dentro de la herrería? ?No entendieron que los gases podían ser mortales?”

  Al girar una curva en el camino, la aldea apareció en la distancia. Las caba?as, iluminadas por el sol de la tarde, ofrecían un contraste tranquilo en comparación con las preocupaciones que rondaban la mente de Erik. Aun así, el problema seguía sin resolverse.

  Cuando finalmente llegaron a la aldea, Erik se detuvo un momento antes de llegar a la zona de la fogata. Meditando de pie viendo como si tuviera la vista perdida.

  Las mayores también lo observaron, tomando asiento en un rincón de la fogata. Jaia, con los ojos entrecerrados, lo observó con curiosidad.

  —Parece que piensas mucho. ?Qué es lo que te preocupa tanto? —preguntó con voz calmada.

  Erik la miró, dudando si responder. Finalmente, suspiró.

  —Simplemente no entiendo cómo siendo tan habilidosos, pudieron crear herramientas tan precisas y no darse cuenta de los riesgos. Pero quizá eso sea lo que pasó: no sabían lo suficiente. En mi aldea, muchas veces las personas inventaban cosas sin comprender completamente las consecuencias.

  Jaia asintió lentamente.

  —Quizás eso fue lo que ocurrió aquí. Creían que lo que hacían era correcto… hasta que ya era demasiado tarde.

  Erik finalmente se atrevió a hablar clara y directa a las mayores.

  —Jerut, Jaia, Alisha… —dijo, frente a ellas—. ?Podría pedirles algo?

  Las tres mujeres lo miraron con curiosidad, pero también con el cansancio del día reflejado en sus rostros.

  —?Qué necesitas, Erik? —preguntó Jerut, ajustando una trenza que se había soltado durante el camino de regreso.

  —Quisiera volver al taller en otro momento, con más calma, para inspeccionar todo mejor. Creo que podría ayudar a identificar qué cosas aún son útiles y cuáles podrían ser peligrosas.

  Las mayores intercambiaron miradas. Jaia fue la primera en responder, cruzando los brazos con una expresión pensativa.

  —Es un lugar complicado, Erik. Aunque estés en lo correcto, ese taller trae recuerdos difíciles para nosotras.

  Alisha asintió, su mirada se suavizó un poco mientras observaba a Erik.

  —Pero… si crees que puedes ayudarnos a entender mejor, no me opongo a que vuelvas. Solo ten cuidado.

  Jerut suspiró, aunque su tono no era de rechazo, sino de aceptación cansada.

  —Está bien. Puedes volver, pero será otro día. Hoy hemos tenido suficientes emociones por una jornada.

  —Lo entiendo —respondió Erik con una peque?a inclinación de cabeza—. No hay prisa. Quiero hacerlo bien, no rápido.

  Esa noche, mientras Erik descansaba en su improvisado lecho de pieles, su mente seguía atrapada en los pensamientos de la herrería. Las herramientas que había visto allí le resultaban familiares, pero los colores y texturas eran completamente ajenos. Recostado, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza, repasaba cada detalle.

  —"El martillo parecía normal, pero el material tenía un brillo extra?o, como si estuviera impregnado de algo. Las pinzas... esas manchas azuladas no eran óxido, al menos no como el que conozco. Y el yunque..."

  El recuerdo del yunque le hizo incorporarse ligeramente, con una expresión de asombro renovado. —"?Cómo puede ser plateado? En la Tierra, los yunques son casi negros, oscuros por el hierro forjado y los a?os de trabajo. Pero este era de un plateado tan brillante que parecía pulido, aunque estaba lleno de marcas de uso."

  Erik respiró hondo, tratando de encontrarle sentido. —"?Es eso realmente hierro? O tal vez aquí el metal tiene propiedades completamente diferentes." El simple hecho de pensarlo era desconcertante. Pero aquí, incluso algo tan básico como un yunque parecía desafiar sus conocimientos.

  —"Si este mundo tiene metales distintos, entonces todo lo que sé podría estar incorrecto. La forma en que reaccionan al calor, la presión, incluso su resistencia... todo podría ser diferente."

  El recuerdo de las mujeres mayores también cruzó por su mente. Ellas parecían comprender el trabajo con esas herramientas, pero claramente no entendían los peligros asociados. Alisha había mencionado que el taller había sido usado por generaciones, pero los síntomas que describieron le hacían pensar en envenenamiento por metales pesados. Tal vez los colores extra?os eran un indicio de algo tóxico.

  Se levantó del lecho y se acercó a la entrada de su caba?a mientras su mente seguía trabajando. —"?Y si el yunque no es de hierro? Podría ser algún otro metal nativo de este mundo, algo que nunca hemos visto en la Tierra."

  Esa posibilidad le emocionaba y preocupaba a la vez. Si podía descubrir cómo funcionaban estos materiales, tal vez podría usarlos para mejorar la vida en la aldea. Pero también sabía que primero debía entender los riesgos. No podía permitir que otra vez se convirtiera en una trampa mortal como el pasado.

  Se acomodó nuevamente, dejando que el sue?o lo alcanzara. Pero incluso en la penumbra, la imagen del yunque plateado seguía viva en su mente, como un misterio que estaba decidido a resolver.

  El sol apenas comenzaba a elevarse en el cielo, ba?ando la aldea con su luz cálida. Erik empezó a trotar para ponerse en forma y iba siguiendo el cause del rio, respirando profundamente mientras el ejercicio le ayudaba a despejar su mente. Mientras corría, un movimiento cerca captó su atención.

  Becca estaba allí, llenando dos cántaros de agua. Se enderezó con algo de facilidad, sosteniéndolos con ambas manos antes de empezar a caminar en dirección a las caba?as. Erik disminuyó su ritmo, intrigado.

  —?Llevando agua tan temprano? —preguntó, acercándose a ella.

  Becca lo miró con una mezcla de curiosidad.

  —Siempre lo hago.

  Erik levantó una ceja.

  —?Siempre tú?

  Becca asintió mientras ajustaba el agarre en los cántaros.

  —Es una de mis responsabilidades asegurarme de que tengan agua fresca todos los días.

  —Es admirable. —Erik la observó con genuino respeto—. Aunque parece mucho trabajo para hacerlo sola.

  Becca le lanzó una mirada evaluadora.

  —?Te estás ofreciendo?

  Erik sonrió con calma.

  —Tal vez.

  Becca dudó un momento antes de extenderle uno de los cántaros.

  —Bien, vamos a ver si puedes.

  Erik lo levantó con facilidad, colocándolo sobre su hombro como si no pesara nada. Becca apenas parpadeó, recordando cómo días atrás lo había visto cargar no solo a Hada, sino también a Suri, y al mismo tiempo.

  —?Eso es todo? Pensé que sería más pesado —comentó Erik con una sonrisa, ajustando el cántaro con facilidad.

  —?Seguro que está lleno? —preguntó Becca, aunque su tono estaba más cargado de curiosidad que de sorpresa.

  —Completamente. —Y comenzó a caminar junto a ella con el cántaro equilibrado perfectamente—. ?Es así todos los días?

  —Sí. No puedo dejar que las chicas se queden sin agua fresca, especialmente con este calor.

  Erik asintió, respetando aún más su compromiso.

  —Es un trabajo importante. Aunque parece que podrías delegar algo de ayuda.

  Becca encogió los hombros.

  —Es mi responsabilidad. Siempre lo ha sido, y no espero que alguien más lo haga.

  —Eso es mucho peso, literal y figurativamente. —Erik le lanzó una mirada amable mientras se dirigían a otras jarras con agua para días posteriores en las caba?as—. Aunque no parece molestarte.

  Becca se permitió una peque?a sonrisa, rara en ella.

  —Estoy acostumbrada. Pero tú, ?por qué estabas corriendo?

  —Mantenerme en forma. —Erik se encogió de hombros—. Aunque tal vez debería cambiar mi rutina. Esto parece un buen ejercicio.

  Becca soltó una breve risa, breve pero sincera.

  —Tal vez, pero no creas que es tan fácil como parece.

  —No lo subestimo. —Erik sonrió con calma mientras bajaba el cántaro con un movimiento fluido y natural.

  Becca lo observó un momento más, todavía intrigada por su fuerza y facilidad.

  —Eres más fuerte de lo que pareces —comentó con neutralidad, aunque recordaba perfectamente lo que había visto antes.

  —Tal vez. —Erik sonrió de manera humilde, dejando que las palabras flotaran en el aire.

  Mientras Becca regresaba para continuar con su labor, Erik se quedó reflexionando sobre su fortaleza. No solo física, sino también en su compromiso diario con las demás. Era un nuevo nivel de respeto que no había esperado encontrar en esa tranquila ma?ana.

  Erik y Becca caminaban en dirección al río, cargando los cántaros vacíos para llenarlos nuevamente. El sol de la ma?ana brillaba con fuerza, pero la sombra de los árboles que rodeaban el camino les ofrecía un alivio refrescante.

  —Gracias por ayudar —dijo Becca, mirando de reojo a Erik, quien llevaba el cántaro más grande con aparente facilidad.

  —Es lo menos que puedo hacer. Además, esto es un buen ejercicio —respondió Erik con una sonrisa.

  Antes de que Becca pudiera contestar, una figura conocida apareció más adelante en el camino. Mika, quien parecía estar explorando o simplemente paseando cerca del río, los vio acercarse. Sus ojos se entrecerraron al reconocer a Erik y se cruzó de brazos con una expresión pensativa.

  —Vaya, ?Qué están haciendo ustedes dos? —preguntó Mika, acercándose con paso ligero.

  —Llevando más agua para las caba?as —respondió Becca, con un tono neutral mientras se?alaba los cántaros.

  Mika asintió lentamente, pero sus ojos no se apartaron de Erik.

  —?Y tú? —preguntó, dirigiéndose a él—. ?No estabas corriendo esta ma?ana? Recordando como había pasado a su lado mas temprano.

  —Sí, pero decidí ayudar con el agua —respondió Erik con tranquilidad.

  Mika lo observó unos segundos más, luego ladeó la cabeza con un aire curioso.

  —Eso es interesante... Pero dime, Erik, ?Qué hacías antes de llegar aquí? Es decir, además de ser tan ayudador y cargar cosas.

  Becca levantó una ceja, adivinando que Mika estaba intentando sacar información, pero no dijo nada y dejó que Erik respondiera.

  —Bueno, hacia muchas cosas diferentes —respondió Erik, sin dar demasiados detalles—. Nada relacionado con agua o cántaros, si eso te preocupa.

  Mika sonrió, aunque su mirada parecía evaluarlo.

  —?Diferentes cosas? Eso suena... vago. ?Qué tipo de cosas?

  Erik dejó escapar una ligera risa, evitando el tono inquisitivo de Mika.

  —Cosas útiles, como arreglar cosas o hacerlas funcionar mejor.

  —?Cómo arreglar herramientas? ?O algo más? —insistió Mika, tratando de aparentar curiosidad casual.

  Becca decidió intervenir, viendo que Mika no planeaba detenerse.

  —Mika, si sigues interrogándolo, no llegaremos al río.

  Mika se encogió de hombros, fingiendo inocencia.

  —Solo tengo curiosidad.

  Erik sonrió, sin molestarse por el comentario.

  —Curiosidad está bien. Pero no todas las respuestas serán interesantes, te lo aseguro.

  Mika soltó una leve risa, pero sus ojos aún parecían buscar algo más. Mientras continuaban hacia el río, Erik notó cómo Mika lo miraba de vez en cuando, claramente con más preguntas en mente. Por ahora, decidió no dar más información, pero supo que Mika no dejaría el tema tan fácilmente.

  Mika, al parecer insatisfecha con las respuestas de Erik, lanzó una última mirada inquisitiva antes de que la voz de Arlea, que la llamaba desde la lejanía, interrumpiera el momento. Mika suspiró con ligera frustración, pero sin decir más, se volvió hacia Becca y Erik.

  —Te necesito, Mika. —La voz de Arlea sonaba urgente, como si hubiera algo importante que discutir—. ?Apúrate!

  Mika lanzó una mirada fulminante a Erik y Becca, pero no dijo nada más antes de girarse y alejarse, caminando rápidamente hacia Arlea.

  Erik observó cómo Mika se alejaba antes de suspirar, aliviado de que la interrogación hubiera terminado.

  Becca, por otro lado, parecía algo incómoda tras la actitud de su amiga. Miró a Erik y, sin mucho preámbulo, se disculpó.

  —Lo siento mucho por ella... Mika... —Becca no sabía bien qué decir, pero se notaba que no estaba del todo contenta con cómo había ido la situación—. A veces es un poco... impaciente. No tiene malas intenciones, pero a veces se deja llevar por la curiosidad y olvida ser más... respetuosa.

  Erik se rió suavemente, tratando de aliviar la tensión del momento.

  —No te preocupes. Estoy acostumbrado a que me pregunten cosas. A veces es mejor no decir todo, pero... no está mal tener curiosidad.

  Becca asintió, aunque no parecía completamente convencida.

  —Lo sé... A veces no se da cuenta de lo que está haciendo. —Suspiró y luego a?adió con una sonrisa tímida—: A veces me siento responsable, ya que soy la mayor entre todas...

  Erik la miró con curiosidad, notando un toque de seriedad en su tono.

  —?La mayor? No lo había notado. —Respondió con una sonrisa, sintiendo que la atmósfera entre ellos comenzaba a relajarse.

  Becca le lanzó una sonrisa tímida.

  —Sí, no es algo que siempre me guste mencionar, pero... en una aldea peque?a, alguien tiene que encargarse de ciertos detalles. A veces, las chicas me ven más como una figura de autoridad. Aunque en realidad, solo trato de ayudar y mantener todo en orden.

  Erik asintió, comprendiendo un poco más sobre su rol en la aldea.

  —Es bueno que te tomes en serio esa responsabilidad. No es fácil llevarla.

  Becca se sonrojó ligeramente, agradecida por el apoyo.

  —Gracias. Y gracias por... ayudarme con el agua. No es lo que más me gusta hacer, pero es necesario, ?no?

  —No hay problema. —Erik sonrió—. Me hace sentir útil. Además, cargar cántaros para hacer ejercicio, no suena tan mal, ?verdad?

  Becca rió suavemente, sintiendo que las cosas entre ellos comenzaban a fluir con mayor facilidad.

  —No, no suena mal. Y, para ser honesta, me has sorprendido con lo fácil que llevas todo. Ya veo que tienes más de un talento.

  Erik sonrió en respuesta, sus ojos brillando con una mezcla de humildad y diversión.

  —Lo intento. —Hizo una peque?a pausa antes de mirar el río que se extendía frente a ellos—. Creo que... a veces solo hace falta estar dispuesto a ayudar, ?no?

  Becca lo miró por un momento, asintiendo lentamente.

  —Sí, a veces es lo más importante.

  Los dos se quedaron en silencio por unos segundos, disfrutando de la compa?ía tranquila antes de retomar su caminata hacia el río para continuar con la tarea. Sin embargo, el ambiente entre ellos se sentía más cómodo, como si una barrera invisible se hubiera roto gracias a esa peque?a conversación.

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