La brisa nocturna traía consigo un alivio al calor del día, pero la mente de las chicas estaba inquieta. Suri se había retirado a la caba?a de las mayores, ellas la habían puesto a hacer varias tareas para que se duerma más temprano dejándolas a solas con las chicas.
El tema flotaba en el aire. Habían hablado muchas veces de Erik, de su extra?a forma de hablar y de su manera de actuar, pero había algo que ninguna había preguntado abiertamente hasta ahora.
Jaia fue la primera en hablar, su tono era calmado pero firme.
— Hemos evitado contarles esto porque creíamos que nunca sería necesario. Ustedes han crecido en un ambiente sin hombres, sin la necesidad de saber estas cosas. Pero la realidad ha cambiado.
— Yo quiero saber algo —dijo Becca, inclinándose un poco hacia adelante —. ?Por qué Erik se pone tan extra?o cuando nos ve sin o con poca ropa?
Hada ascendiendo, apoyando el mentón en su mano.
—Sí . A veces parece confundido, a veces nervioso… y otras hasta se da la vuelta de golpe como si hubiera visto algo prohibido.
Lera frunció el ce?o, recordando momentos en los que Erik se había volteado rápidamente o había evitado mirarlas de frente cuando se desvestían para ir a nadar al lago.
— Ni siquiera nos ve mucho tiempo, apenas nos ve, se pone tenso.
Arlea ladeó la cabeza con curiosidad.
— ?Será que en su aldea no están acostumbrados a ver cuerpos desnudos?
Las tres mayores se miraron entre sí con una sonrisa sutil. Alisha fue la primera en hablar.
— No es eso —dijo con calma—. Es porque es un hombre.
Las chicas parpadearon, sin entender de inmediato.
— ?Y eso qué tiene que ver? —preguntó Hada, cruzándose de brazos.
Jaia suspiró con paciencia.
— Para los hombres, ver el cuerpo de una mujer es muy diferente a como es para nosotras. Nosotras estamos acostumbradas a vernos, pero ellos…
— Ellos reaccionan distinto —interrumpió Jerut con una sonrisa pícara—. Para ellos, ver a una mujer desnuda puede provocarles muchas cosas.
Hubo un momento de silencio.
— ?"Muchas cosas"? —preguntó Becca, arqueando una ceja.
Alisha río suavemente.
— Atracción, deseo… confusión. Es normal.
Las jóvenes se miraron entre sí.
— Pero él no hace nada —murmuró Arlea—. Solo se pone tenso y evita mirarnos.
— Porque se está controlando y las respeta para no mirarlas sin ropa a todas —respondió Jaia con tranquilidad.
Las chicas procesaban la información cuando Mika, que había estado en silencio, entrecerró los ojos.
— Si tanto nos altera a nosotras, imaginen cómo lo alterará a él —dijo con tono neutro.
Jaia entonces la miró con atención.
— Tú lo entiendes más que los demás… porque ya lo viste sin ropa, ?verdad?
Los demás se giraron hacia Mika, sin entender de inmediato.
— ?Qué? —preguntó Hada.
— ??QUé?! —exclamó Becca, sobresaltada.
— ??Tú viste a Erik sin ropa?! —a?adió Arlea, con los ojos bien abiertos.
Mika mantuvo su expresión fría, sin inmutarse ante las reacciones de los demás.
— Sí —admitió sin rodeos—. Fue la noche que tardo en volver, de su exploración después de la comida del medio día, yo lo seguí, se detuvo en la caída de agua y lo vi ba?arse allí, sin ropa.
Hubo un momento de absoluto silencio. Lera y Arlea intercambiaron miradas de sorpresa, mientras Becca la observaba con el ce?o fruncido.
— ?Y cómo es? —preguntó Arlea en voz baja, como si temiera la respuesta.
Mika suspir, cruzándose de brazos.
— Diferente —dijo, con voz neutra—. Muy diferente a nosotras.
Mika había confirmado lo que nadie más había visto: Erik era diferente. Pero ?Qué significaba eso exactamente?
— El cuerpo de un hombre no es como el de una mujer entre las piernas —dijo Jaia con calma—. Mientras nosotras tenemos todo dentro, ellos lo tienen afuera.
Hubo un momento de silencio absoluto.
— ?Cómo afuera? —preguntó Arlea, con evidente confusión.
Mika mantuvo la mirada fija. Ella ya lo había visto, pero no dijo nada.
Jerut sonriente con cierta diversión.
— Tal como lo escuchaste. Los hombres tienen algo que les sobresale de su cuerpo en esa zona.
Las chicas se miraron entre sí.
— Eso suena… raro —comentó Lera.
— Puede parecerlo si nunca has visto uno —concedió Alisha—. Pero para ellos es normal.
Jerut rio suavemente.
—Claro que lo es. Su cuerpo es opuesto al nuestro.
Hada frunció el ce?o, aún asimilando la noticia.
— ?Y qué se supone que significa eso?
Jaia, con paciencia, apoyó las manos sobre sus rodillas.
— Significa que los hombres y las mujeres están hechos para encajar —explicó, eligiendo sus palabras con cuidado, tratando de explicarles sobre la conexión que se realiza de un hombre con una mujer.
Las jóvenes se miraron entre sí, inseguras de lo que vendría después.
— ??Eso también?! —exclamó Hada con los ojos muy abiertos antes de cubrirse la boca.
Alisha asintiendo con serenidad.
— Es parte de la vida, aunque para ustedes suene extra?o. Todo lo que les hemos dicho es verdad, aunque sea mucho para asimilar de golpe.
Becca apartó la mirada, sintiendo su rostro arder.
— No pensé que... —murmuró, sin terminar la frase.
Mika frunció el ce?o, con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
— Pero... ?por qué son tan diferentes a nosotras? —preguntó al fin, rompiendo el silencio.
Alisha sonrió con paciencia.
— Porque así es la naturaleza. Sus cuerpos están hechos para complementarse con los nuestros. No sólo en la apariencia, sino también en sus instintos y forma de ser.
Hada se removió, mordiéndose el labio.
— ?Y eso que tienen...? —se detuvo, sin atreverse a completar la pregunta.
— Sirve para lo que ya les explicamos —dijo Jerut con calma—. Para traer vida, para conectar con nosotras de una forma que aún no comprenden del todo.
Arlea se cubrió el rostro con ambas manos.
— ?Y cómo... cómo funciona exactamente? —susurró, casi con temor a la respuesta.
Jaia intercambió una mirada con sus hermanas antes de responder.
— No es algo que se pueda entender con solo palabras. Es un lazo, un acto de entrega mutua. Cuando suceda, lo comprenderán.
Mika suspir, cruzándose de brazos.
— Pero, si nunca habíamos necesitado saber esto... ?por qué contárnoslo ahora?
Jaia fijó la mirada en Mika con seriedad.
— Porque ahora él está aquí.
La incomodidad se hizo presente. Ningún joven se atrevió a hablar, hasta que Becca se removió, aún sin entender del todo.
—?Por qué haríamos eso?
— A veces para dar vida… —respondió Alisha, sonriendo con cierta picardía—. Otras, solo porque lo desean.
— Entonces… ?Cuándo un hombre y una mujer sienten algo… hacen eso? —preguntó Mika con voz más baja.
— Si ambos lo desean, sí —respondió Alisha con suavidad—. No es algo que deba hacerse a la ligera, ni porque sí. Es una unión importante.
Le ladeó la cabeza.
— ?Y cómo se siente?
Las mayores rieron ante su curiosidad.
— Es difícil de explicar con palabras —dijo Jerut con una sonrisa—. Para algunas mujeres puede resultar incómodo al inicio, pero si hay amor y confianza, se vuelve algo placentero.
— ?Y Erik sabe todo esto? —preguntó Becca de repente.
— En su aldea, debe ser un conocimiento que los hombres y mujeres deben aprender desde jóvenes. —dijo Alisha.
Las chicas se tensaron. No era un tema del que hubieran hablado antes, y ahora, de pronto, lo tenían frente a ellas con todas sus implicaciones.
— ?Y hacer eso es bueno? —preguntó Mika, con voz controlada.
Jerut sonrió con nostalgia.
— Con la persona correcta… sí.
El silencio volvió a reinar entre las jóvenes. Ninguna estaba acostumbrada a pensar en estos temas.
— ?Pero cómo… encaja? —preguntó Becca en voz baja, sintiendo el calor subirle al rostro.
Jerut sonrió con picardía.
—Encaja perfectamente. Los cuerpos están hechos para eso.
Los jóvenes sintieron un escalofrío de extra?eza y emoción al mismo tiempo. Mika, sin decir una palabra, presionó sus manos contra sus rodillas.
Erik era diferente… y ahora lo entenderían mejor que nunca.
Las chicas guardaron silencio. Sabían que, a partir de esta noche, nada volvería a ser igual.
Los jóvenes volvieron a intercambiar miradas. Ahora comprendían muchas cosas que antes les parecían extra?as.
La noche avanzaba con su calidez habitual. Las aún estaban asimilando todo lo que las mujeres mayores les habían contado sobre las diferencias entre los cuerpos de hombres y mujeres. Pero había algo más que, aunque no se había dicho en palabras, todas sentían: algo que Erik despertaba en ellas.
Becca fue la primera en romper el silencio.
— Si nuestros cuerpos reaccionan de cierta manera… ?eso también tiene que ver con lo que sentimos?
Las mayores intercambiaron miradas cómplices antes de que Jaia hablara.
—Sí . Y estoy segura de que todos ustedes han sentido algo extra?o desde que ese muchacho empezó a convivir con ustedes.
Las jóvenes no respondieron de inmediato, pero el calor que sintieron en sus rostros delató que lo que decía Jaia era cierto.
— Es una sensación extra?a —murmuró Lera—. Como… querer estar cerca de él sin saber por qué.
— Como sentir algo en el pecho cuando nos mira —agregó Arlea, abrazándose los brazos.
— Como enojo cuando no nos hace caso rápido —intervino Hada con un resoplido.
Jerut sonrió.
—Eso , mis ni?as, es amor.
Las jóvenes parpadearon, confundidas.
— ?Amor? —repitió Mika con recelo.
— Sí —asintió Alisha—. Es algo que se siente aquí —se llevó una mano al pecho—, aunque no lo veas. Es la necesidad de alguien, el deseo de compartir con él, de reír, de proteger y ser protegido.
— Entonces… si Erik siente algo por nosotras, ?en algún momento podría querer hacer eso? —preguntó Lera, casi en un susurro.
Jerut asintió.
— Solo si ustedes también lo desean. El amor no es algo que se imponga. Es algo que se da de manera natural.
Becca bajó la mirada, procesando.
—?Y crees que Erik…?
Jaia suspir, observándolas.
—No lo sabemos aún. Pero si permanece aquí… es posible que alguna de ustedes lo descubra.
Los jóvenes no dijeron nada, pero la idea quedó flotando en el aire.
— Pero no solo es algo bonito —intervino Jerut—. El amor también puede ser doloroso. Puede hacer que una persona sufra, que se sienta triste si el otro no la ve como ella quiere.
Becca frunció el ce?o.
— Entonces… ?es algo bueno o algo malo?
Jaia rio suavemente.
—Dependiente . Si es correspondido, es lo más hermoso que existe. Si no lo es, puede ser lo más triste.
Las chicas intercambiaron miradas. No sabía si Erik sentía lo mismo que ellas.
— ?Cómo sabemos si él también lo siente? —preguntó Hada, cruzándose de brazos.
— A veces es difícil saberlo —admitió Jaia—, pero hay se?ales.
— ?Cómo cuáles? —insistió Lera.
— El modo en que las mira, en que las escucha —dijo Alisha—. Si protege a una más que a los demás, si busca su compa?ía sin razón aparente.
— Si se pone nervioso cuando está cerca de alguno de ustedes —a?adió Jerut con una sonrisa traviesa.
Los jóvenes reflexionaron sobre esto. Erik se ponía todo eso con todas, pero… ?había alguien con quien actuara diferente?
— Y hay algo más —dijo Jaia—. Cuando dos personas sienten amor, se besan en los labios.
Las chicas se miraron entre sí, confundidas.
— ?Besar en los labios?
—Sí . Un beso es un gesto de amor —explicó Jerut—. Cuando los labios de dos personas se juntan.
Había arrugó la nariz.
— ?Y por qué allí?
Las mujeres mayores rieron ante su expresión.
— Es difícil de explicar —dijo Alisha—. Es una forma de sentir al otro, de demostrar cari?o.
— Cuando dos personas se besan, se sienten más cerca lo que llevan en el corazón —a?adió Jaia.
Becca se llevó una mano a los labios, como si tratara de imaginarlo.
— ?Erik sabrá de los besos?
— Seguro que sí —respondió Jerut—. Si viene de otro lugar, debe conocer muchas cosas que ustedes aún no.
— ?Se siente bien? —preguntó Hada, frunciendo el ce?o, aún tratando de imaginarlo.
— Se siente como… una conexión con la otra persona —dijo Jerut con una sonrisa nostálgica—. Puede ser dulce, emocionante, puede hacer que el corazón lata más rápido. Pero solo tiene sentido cuando ambas personas lo desean.
Las chicas se quedaron pensativas.
— ?Erik querría besarnos? —preguntó Lera en voz baja.
Los mayores rieron suavemente.
— Eso solo lo puede responder Erik —dijo Jerut—. Pero lo que sí podemos decirles es que él siente algo por ustedes. Lo hemos visto en su mirada, en sus acciones. Y ustedes también lo sienten por él, aunque aún estén descubriendo qué significa.
Los jóvenes permanecieron en silencio, cada una perdida en sus pensamientos. Ahora no solo entendían más sobre el cuerpo de Erik, sino que también comprendían lo que estaban sintiendo.
El tema de los besos había dejado sus mentes inquietas, pero una pregunta flotaba en el aire, sin que ninguna se atreviera a formularla.
Hasta que Mika, con los brazos cruzados y el ce?o ligeramente fruncido, habló.
— ?Y qué hay de Erik? Nos han dicho mucho sobre lo que nosotras sentimos, pero… ?él?
Las mayores intercambiaron miradas. Jaia disparando con un brillo de diversión en los ojos.
— Eso es lo más interesante de todo.
Los jóvenes la miraron con expectación.
— Desde que Erik llegó, lo hemos estado observando —continuó Jerut con un tono casi misterioso—. Y créanme cuando les digo que ese muchacho no es tan difícil de leer como parece.
— ?Qué quieres decir? —preguntó Becca, inclinándose hacia adelante.
— Que él también siente algo por ustedes —respondió Alisha con certeza—. Tal vez ni siquiera lo entiende del todo aún, pero es obvio.
Las chicas se miraron entre sí con sorpresa.
— ?Cómo pueden estar tan seguras? —insistió Hada, con una mezcla de escepticismo y emoción contenida.
Jaia se acomodó en su asiento y habló con calma.
— Porque hemos visto cómo las mira.
El grupo quedó en silencio.
— No es normal que un hombre mire a varias mujeres con tanto interés y no se sienta nada —explicó Jerut—. Y Erik las observa, a todas, de formas distintas, como si estuviera tratando de entenderlas… como si no supiera qué hacer con lo que siente.
Los jóvenes sintieron un leve escalofrío recorrer sus cuerpos.
— No es solo la mirada —a?adió Alisha—. Se esfuerza en ayudarlas, en protegerlas… en encontrar su lugar aquí, entre ustedes. Y cuando una de ustedes se acerca demasiado, se pone nerviosa, como si no supiera cómo reaccionar.
— Y cuando, sin querer, las ha visto sin ropa —continuó Jaia, con una sonrisa traviesa—, su reacción ha sido bastante evidente.
Las chicas se sonrojaron al instante.
— ?Eso significa que nos gustamos? —preguntó Arlea, aún procesando la idea.
— Sí —respondió Jerut sin dudar—. Pero lo interesante aquí es que no es solo una de ustedes. Lo que siente es diferente por cada una, pero en el fondo, todas lo han tocado de alguna manera.
La confesión dejó a las jóvenes sin palabras.
— Entonces… ?él también está confundido? —murmuró Becca.
— Seguramente —asintió Jaia—. No es fácil entender los propios sentimientos, y menos cuando no hay nadie que te haya ense?ado sobre ellos.
Erik no solo era diferente por su cuerpo o su origen. También era alguien que, sin quererlo, había comenzado a formar parte de ellas… y de sus corazones.
Hasta ese momento, habían descubierto muchas cosas sobre los sentimientos que Erik podía tener por ellas… pero había algo que no podía ignorar. Algo que habían anotado desde su llegada.
Becca fue la primera en hablar, con un tono cargado de curiosidad y un leve atisbo de inquietud.
— Y… ?Qué hay de Suri?
Las mayores la miraron con atención.
— ?Qué quieres decir? —preguntó Alisha.
— Nosotras hemos estado observando a Erik también —intervino Lera—, y con Suri es… diferente.
Había chasqueado la lengua.
— Sí, no es justo. Es como si ella fuera más especial para el.
— Le habla de otra manera —a?adió Arlea, recordando ciertos momentos—. Se acerca más a ella, la toca sin dudar cuando es necesario… y ella tampoco se aleja.
Mika, que había permanecido en silencio, apretó los labios. También lo había notado. Erik era amable con todas, pero con Suri… había algo distinto.
Jerut y Alisha sonrieron con complicidad, mientras Jaia suspiraba con calma.
— Es natural —dijo finalmente Jaia—. Pero, si me preguntan, no creo que Erik la vea como ustedes creen.
Los jóvenes fruncieron el ce?o con confusión.
— ?A qué te refieres? —preguntó Becca.
Jaia les dirigió una mirada tranquila.
—Creo que Erik ve a Suri como una hermanita.
El silencio cayó entre ellas como una piedra lanzada al agua.
— ?Una hermana? —repitió Hada, con incredulidad.
— Sí —asintió Jaia—. No lo ven en su forma de actuar con ella. La protegida de una forma diferente a como lo hace con ustedes. Con ustedes hay algo de nerviosismo, de torpeza… pero con Suri es instintivo, natural, casi como si fuera parte de él cuidar de ella.
Mika bajó la mirada, recordando algo.
— Eso… tiene sentido —murmuró.
Todos la miraron.
— ?Por qué lo dices? —preguntó Alisha.
Mika dudó un segundo, pero luego decidió hablar.
— Erik me dijo que perdió a su familia, a sus padres y hermanas cuando el era más peque?o que Suri.
El aire parecía volverse más denso alrededor.
— ?Más peque?o que Suri? —preguntó Arlea con suavidad.
Mika está de acuerdo.
Las mayores intercambiaron miradas cargadas de comprensión.
— Eso explica mucho —dijo Alisha—. Si perdió a su familia tan joven, es posible que al ver a Suri… haya sentido la necesidad de protegerla como si fuera una hermana menor.
Los jóvenes guardaron silencio, procesando la información.
— Entonces… ?no la ve como ve a las demás? —preguntó Becca.
— Por ahora, no lo creo —dijo Jaia con certeza—. Suri es aún muy joven a sus ojos. La cuida porque la ve como una ni?a que necesita ense?anzas y protección.
— ?Por ahora? —repitió Hada con curiosidad.
Jaia emocionada con un dejo de misterio.
— El tiempo cambia muchas cosas. Ahora, la ve como una hermana peque?a… pero cuando sea más grande, quién sabe cómo la verá.
Las chicas intercambiaron miradas.
— ?Eso significa que cuando Suri crezca más…? —comenzó Lera.
— Podría volverse algo más que una hermana para él —completó Alisha, encogiéndose de hombros—. O tal vez no. Nadie puede saberlo con certeza.
Becca suspir, cruzando los brazos.
— Será mejor que no dejen que Suri les tome ventaja cuando crezca —dijo Jerut con una sonrisa astuta.
Los jóvenes se miraron unas a otras, con una mezcla de sorpresa, confusión y… determinación.
Aquel juego de emociones no había hecho más que empezar.
Habían hablado durante horas, descubriendo verdades que nunca imaginaron sobre los hombres, sobre Erik… y sobre sí mismas.
— Bueno, creo que por esta noche es suficiente —dijo Jaia, poniéndose de pie y estirando los brazos con calma—. Han aprendido muchas cosas esta noche.
— Creo que hemos hablado mucho… tal vez demasiado —comentó Becca, con una sonrisa ligera.
Jerut rio con suavidad.
— Será mejor que vayan a descansar. Es mucho para similar en una sola noche.
Las mayores comenzaron a alejarse poco a poco, dejándolas a solas. Las chicas, sin embargo, no se movieron de inmediato. Se quedaron sentados en círculo, mirándose unas a otras con rostros llenos de pensamientos revueltos.
— Todo esto es una locura —dijo Hada, rompiendo el silencio—. Nunca imaginé que convivir con un hombre fuera así.
— Ni yo —asintió Arlea—. Antes, Erik solo era bueno… pero ahora…
— Ahora ya no podemos ver de la misma forma —terminó Lera por ella.
Todos asintieron.
— Y pensar que él también puede sentir algo por nosotras —comentó Becca, con una leve sonrisa—. No es solo cosa nuestra.
— Aunque lo disimula bien —a?adió Hada, cruzándose de brazos—. A veces parece que intenta no mirarnos demasiado, pero ya sabemos por qué.
Lera suspir, perdida en sus pensamientos.
— También es triste… quiero decir, lo que Mika contó sobre su familia.
Todos voltearon a ver a Mika, que hasta ese momento había estado en silencio, con la mirada baja.
— Sí —murmuró—. Debe haber sido muy duro para él.
Becca apoyó un codo sobre su rodilla y se sostuvo la barbilla con la mano.
— Eso explica por qué protege tanto a Suri.
— Sí —admitió Mika—. Pero… Jaia dijo algo que me dejó pensando.
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— ?Sobre Suri? —preguntó Lera.
Mika está de acuerdo.
— Ahora la ve como una hermana, pero cuando sea más grande…
Hubo un momento de silencio.
— No sé qué pensar de eso —admitió Becca—. Pero falta mucho para eso, ?no?
— Tal vez sí —dijo Hada—. Pero no quiero que de repente un día Suri crezca y…
No terminó la frase, pero todas entendieron lo que quería decir.
— Bueno —intervino Arlea con una sonrisa astuta—, supongo que si queremos que Erik nos vea de otra manera, debemos hacer algo al respecto.
— ?Hacer qué? —preguntó Mika con curiosidad.
— No lo sé —respondió Arlea encogiéndose de hombros—. Pero ahora que sabemos lo que sabemos... no quiero que pase el tiempo y nos quedamos esperando.
Becca soltó una peque?a risa.
— Nunca creí que terminaríamos hablando de esto…
— Yo tampoco —dijo Lera—. Pero aquí estamos.
Todos se quedaron en silencio un momento, reflexionando.
— Bueno —dijo Becca poniéndose de pie y sacudiéndose las piernas—, por ahora, lo mejor es descansar. Ma?ana será otro día.
Los demás la imitaron, poniéndose de pie y desperezándose.
— Sí, ya es tarde —dijo Hada—. Y tengo la sensación de que dormiré so?ando con todo esto.
— Espero que no hablen dormidas —bromeó Arlea—. No quiero despertarme con alguna revelación inesperada en plena noche.
Lera asintiendo y luego, con una suave sonrisa, dijo:
— Creo que lo mejor es que sigamos tratándolo como siempre, ?no? No quiero que Erik se asuste si cambiamos de repente.
— Exacto —intervino Arlea, pensando en lo que había notado en los últimos días—. Si de pronto comenzamos a actuar extra?o, podríamos ponernos incómodos. No queremos eso.
— Totalmente —a?adió Becca, con tono serio pero amigable—. Además, ya tiene suficiente con todo lo que ha pasado. No necesitamos ponerlo aún más nervioso.
Hada, con una leve sonrisa, cruzó los brazos.
— A veces me da la sensación de que ya está bastante nervioso cuando nos ve. Como si no supiera qué hacer, especialmente cuando estamos sin ropa.
Los demás asintieron, e incluso sonrieron al recordar algunas de las situaciones en las que Erik, evidentemente nervioso, apartaba la mirada rápidamente cuando se acercaba demasiado, sin ropa o medio desnudas.
— Es tan… dulce en esos momentos —dijo Becca con una sonrisa tierna—. Como si no quisiera mirarnos más de lo que debería.
— Es adorable cuando se pone así de nervioso —agregó Hada, riendo suavemente—. A veces parece como si intentara hacerlo bien, pero no sabe cómo.
Mika se rió también, pensando en sus propias observaciones durante los días que había pasado cerca de él.
— Sí, es como si temiera hacer algo mal. Aunque, al mismo tiempo, creo que tiene sus propios miedos… y está claro que no quiere incomodarnos.
Lera suspir, mirando al cielo estrellado.
— Es natural que se ponga nervioso, aunque a veces parece que se siente más raro por nosotros que por él mismo.
Mika ascendió, grabando algunas miradas nerviosas de Erik cuando sus ropas se deslizaban un poco más de lo habitual o cuando estaban cerca del agua.
— A veces es tierno ver cómo evita mirarnos más de lo necesario. Como si pensara que es un error, aunque sabemos que no lo es.
Becca sonrió con picardía.
— Es casi como si quisiéramos darle permiso para vernos… pero de alguna manera, no podemos.
— Bueno —dijo Arlea, cambiando el tono—, lo mejor es seguir como siempre, pero con un poco más de prudencia. Como lo dijimos antes, si todo cambia tan de golpe, puede que se asuste.
Hada asintiendo, todavía sonriendo de lo que habían comentado antes.
— No quiero que se asuste, pero también quiero que se sienta cómodo. Si lo vemos nervioso, lo entendemos ahora. No necesitamos presionarlo.
Lera pensó por un momento y luego dijo:
— Entonces, sigamos nuestras rutinas. No vamos a cambiar todo de la noche a la ma?ana, solo tendremos más cuidado con lo que usamos y cómo nos comportamos cerca de él.
Pero como solía ocurrir últimamente, la conversación no tardó en girar hacia un tema que todas tenían en la mente.
— últimamente, Erik y Mika han estado juntos más seguido —comentó Hada con una sonrisa traviesa, dirigiendo una mirada de soslayo a Mika, quien fingiendo que el comentario no le afectaba.
— Eso es porque cazamos juntos —respondió Mika con simpleza, pero evitó mirar a los demás.
— Bueno, pero también se llevan mucho mejor —a?adió Becca,—. Antes, Mika apenas le dirigió la palabra, y ahora confía en él más que en nosotras.
— No exageres —bufó Mika, pero no negó nada.
— Yo también me llevo bien con Erik —intervino Lera, con su tono tranquilo—. Me gusta cuando hablamos sobre cómo hacer cosas nuevas para la aldea. Siempre tiene ideas interesantes.
— Y también te gusta verlo, ?verdad? —dijo Hada con picardía, logrando que Lera desviara la mirada con una leve sonrisa.
— No es solo eso… pero sí, también es atractivo —admitió la artesana, provocando risas entre todas.
Arlea, quien hasta ese momento solo había estado escuchando, de repente preguntó con naturalidad:
— Entonces, si todo lo queremos… ?Erik tiene que elegir a una sola?
La pregunta dejó a todos en silencio por un momento. Era algo que ninguna había dicho en voz alta, pero que seguramente todas habían pensado.
— En nuestra aldea siempre hemos estado solo nosotras —comentó Becca—. Nunca hubo necesidad de elegir a alguien. Pero ahora que Erik está aquí… no sé cómo funciona esto.
— Pero, no dijeron que los hombres podían estar con muchas mujeres —dijo Arlea, frunciendo el ce?o—. ?Y si Erik no quiere elegir a una sola?
— ?Nos molestaría eso? —preguntó Lera con seriedad.
Todas se quedaron pensativas. Era una pregunta difícil. Quería a Erik, pero también se querían entre ellas. No sabía si podía verlo eligiendo solo a una, o si podría compartirlo.
— Yo… solo quiero que Erik sea feliz —dijo Arlea en voz baja—. Si él elige una, está bien. Y si nos elige a todas, también está bien.
Las chicas se miraron entre sí. En el fondo, todos sentían lo mismo. Habían compartido todo durante toda su vida: sus alegrías, sus tristezas, sus trabajos y sus secretos. Quizás, solo quizás, podría compartir esto también.
— Supongo que lo que importa es lo que él quiera —dijo Becca finalmente—. Y lo que nos haga felices a todas.
— Sí —asintió Lera—. No hay prisa. Ya veremos cómo se dan las cosas.
Poco a poco, las sonrisas regresaron a sus rostros. No tenían todas las respuestas, pero al menos habían hablado de ello. Y eso era un primer paso.
Las chicas compartieron una última sonrisa, sabiendo que aunque su interacción con Erik cambiaría un poco, seguirían siendo ellas mismas. Y, sin duda, todavía había mucho por descubrir, no solo sobre él, sino también sobre ellas mismas.
Con una última mirada compartida, las chicas se dirigieron a sus caba?as, cada una pensando en lo que habían aprendido esta noche. Aunque el sol no saldría hasta dentro de unas horas, ya sabían que el día siguiente traería nuevas sorpresas, nuevas conversaciones… y tal vez, nuevos momentos adorables con Erik.
El sol ya iluminaba la aldea cuando Erik salió de su caba?a, sintiendo el calor de la ma?ana en su piel. Ya varios días, había estado ayudando a Becca con el agua al amanecer, y aquella ma?ana no era la excepción. Mientras se acercaba, vio a Becca esperándolo, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba diversión y expectación.
— Pensé que hoy no vendrías —comentó, alzando una ceja.
Erik rodó los ojos con una leve sonrisa.
— No exageres, llegué unos minutos tarde.
Becca rió y tomó uno de los cántaros para llenarlo. Mientras trabajaban, la conversación fluyó con naturalidad, como si nada hubiera cambiado desde el día anterior. Sin embargo, Erik no tardó en notar algo en la actitud de Becca, y al mirar a su alrededor, también en las demás chicas.
Desde la charla con las mayores, la noche anterior, algo había cambiado. Las miradas de las chicas eran más atentas, más curiosas, aunque ninguna se comportaba de forma extra?a o incómoda con él.
— Así que ya hablaron con ustedes —dijo Erik en voz baja, como quien confirma una sospecha.
Becca le lanzó una mirada rápida, como si hubiera esperado la pregunta.
—Sí .
No agregué más, pero su tono decía lo suficiente. Erik asintió, sin presionar.
Suri llegó corriendo con una gran sonrisa.
— ?Erik, Becca las mayores ya terminaron los sacos para los colchones! —anunció con entusiasmo.
Pero la emoción pronto se vio opacada por un inconveniente: solo había lana suficiente para tres colchones.
— Los usarán las mayores —dijo Erik sin dudarlo.
Pero Jaia, Alisha y Jerut se miraron entre sí y luego negaron con la cabeza.
— Nosotras podemos compartir dos colchones sin problema —dijo Jaia con tranquilidad—. Pero el tercero debe ser para ti, Erik.
— No es necesario —insistió él—. Ustedes lo necesitan más.
— No, Erik —intervino Jerut—. Fuiste tú quien tuvo esta idea, y eres quien más ha trabajado en este proyecto.
— Nosotras ya sabemos cómo arreglarnos —a?adió Alisha—. Pero tú debes aceptar el colchón.
Erik intentó seguir discutiendo, pero entonces las chicas se unieron.
— Es cierto —dijo Hada—. No puedes dejarnos sin más.
— No se siente justo que propongas algo bueno y no lo disfrutes también —agregó Lera.
Incluso Mika, que solía ser más reservado en este tipo de cosas, cruzó los brazos y le lanzó una mirada desafiante.
— Tómalo como agradecimiento por todo lo que haces.
Al final, Erik no pudo hacer nada más que aceptar.
—Está bien, está bien. Pero solo porque sé que no me van a dejar otra opción.
Las chicas rodeaban los colchones con entusiasmo, listas para llevarlas a su destino. Aunque habían hecho todo lo posible por distribuir la lana de manera equitativa, los colchones seguían siendo más grandes y pesados ??de lo que esperaban.
— Bien, dos para las mayores —dijo Becca, sosteniendo un lado del colchón con Mika—. Ayuden a sostenerlo bien.
— Con cuidado, que no queremos que se llene de polvo antes de que lo usen —advirtió Lera, asegurándose de que las costuras estuvieran bien sujetas.
Entre todas, lograron levantar los colchones y, con algunos titubeos al principio, comenzaron a caminar con dirección a la caba?a de las mayores.
— Erik, espéranos aquí —dijo Hada, volviéndose hacia él mientras se acomodaba la carga en las manos—. En cuanto terminemos con estos, te ayudamos con el tuyo.
Erik observó cómo todas avanzaban con los colchones a cuestas, tropezando un poco entre risas y quejas. Luego, desvió la mirada hacia el suyo.
No era tan complicado.
Se arrodillo y envolvió el colchón como un tronco y un par de pieles para protegerlo. Luego, con paciencia, tomó unas lianas gruesas y las usamos para sujetarlo con fuerza. Cuando estuvo seguro de que no se desataría, deslizó el brazo por debajo y, con un movimiento preciso, se lo echó al hombro con facilidad.
El peso era considerable, pero nada que no pudiera manejar.
Cuando las chicas regresaron a por él, esperaban encontrar aún esperando junto a su colchón. En cambio, lo vieron ya de pie, con el bulto asegurado sobre su hombro, listo para llevar a su caba?a por su cuenta.
Becca cruzó los brazos con una sonrisa incrédula.
— Claro, porque Erik nunca espera.
Lera se llevó una mano a la cadera.
— Te dijimos que te ayudaríamos.
— No hacía falta —respondió Erik con tranquilidad—. Es mi colchón, ?no?
Hada rodó los ojos.
— Pero nosotras queríamos…
— Pueden ayudarme de otra manera —dijo Erik con una sonrisa divertida—. Por ejemplo, asegurándose de que no choque con nada en el camino.
Mika chasqueó la lengua.
— Siempre encuentras la forma de hacer lo que quieres.
A medida que se acercaba a la caba?a de Erik, él sintió un leve sobresalto en el pecho al recordar algo importante: los regalos.
Había pasado días tallando peque?as piezas de madera con dedicación, asegurándose de que cada una fuera especial para las chicas. Y ahora, al haber salido apresurado en la ma?ana para ayudar a Becca, no se había tomado el tiempo de ocultarlos.
Disimuladamente, redujo el paso y miró hacia las chicas que lo acompa?aban.
— Gracias por la ayuda —dijo de pronto, deteniéndose frente a la entrada de su caba?a—. Ya puedo con esto.
Becca arqueó una ceja.
—?Seguro ?
—Sí , no es problema. Ya está todo hecho, solo tengo que acomodarlo. Además… —a?adió con un tono más firme— ustedes también tienen cosas que hacer, ?no?
Las chicas se miraron entre sí.
— Bueno… —murmuró Lera, cruzándose de brazos—. Supongo que tengo que seguir trabajando con la nueva resina que encontraste.
— Yo debo revisar a los animales —dijo Hada, aunque no parecía muy convencida.
— Aún tenemos que ayudar a las mayores con otras cosas —comentó Mika, sin apartar la vista de Erik.
él ascendió con una ligera sonrisa.
— Exacto. Así que no se preocupen por mí, estará bien.
Las chicas no dijeron nada más, pero la forma en que lo miraban dejaba en claro que entendían que Erik quería estar solo por un rato.
— Está bien, pero si necesitas ayuda para acomodarlo, solo dilo —dijo Lera con un suspiro.
— Lo tendré en cuenta —respondió Erik.
Poco a poco, las chicas comenzaron a alejarse. Hada fue la última en movimiento, lanzándole una mirada de sospecha antes de darse cuenta de la vuelta.
Cuando estuvo seguro de que ya no lo seguían, Erik entró rápido a su caba?a y revisó los regalos. Aún estaban ahí, intactos. Suspenso aliviado.
No quería que los vieran antes de tiempo.
El sol estaba en su punto más alto, ba?ando la aldea con su luz dorada. El calor del mediodía se hacía notar, pero dentro de la caba?a de las mayores, la atmósfera era más fresca y tranquila.
Jaia, Alisha y Jerut observaban con satisfacción los dos colchones de lana que las chicas les habían ayudado a instalar. Se veían mullidos y acogedores, un lujo en comparación a los troncos que han usado toda su vida.
Suri, que había estado ayudando con entusiasmo, no tardó en lanzarse sobre uno de ellos, rodando sobre la suave superficie con una sonrisa de pura felicidad.
— ?Es muy cómodo! —exclamó, riendo—. Mucho mejor que los anteriores.
Las mayores intercambiaron miradas divertidas.
— Si tanto te gusta, puedes quedarte a dormir con nosotras esta noche —dijo Alisha con una sonrisa.
Suri se incorporó de inmediato, con los ojos brillantes de emoción.
— ??De verdad?!
— Por supuesto —respondió Jerut, acomodando unas nuevas mantas de tela que Lera había hecho días atrás para todos —. Nos harás compa?ía.
— ?Sí! —aceptó Suri sin dudarlo
Jaia soltó una leve risa y le revolvió el cabello con ternura.
— Entonces esta noche serás nuestra invitada especial.
Suri se acercó con entusiasmo y volvió a tumbarse en el colchón, disfrutando de la suavidad. Las demás chicas, que habían ayudado a instalar los colchones, sonrieron al verla tan contenta.
— Bueno, parece que Suri ya tiene planes para esta noche —comentó Becca con una sonrisa.
— Sí, y yo voy a venir a probar estos colchones también —bromeó Hada—. A ver si me dejan un espacio.
— Tendrás que esperar tu turno —rió Lera, cruzándose de brazos—. Porque yo también quiero probar.
Las mayores rieron ante los comentarios de las jóvenes, mientras Suri seguía disfrutando de su nuevo descubrimiento. La aldea, por primera vez en mucho tiempo, tenía algo más que simples comodidades: tenía peque?os momentos de felicidad compartida.
Suri seguía tumbada con una sonrisa satisfecha, mientras los demás bromeaban sobre lo cómodos que parecían.
Hada, con su habitual tono pícaro, se cruzó de brazos y soltó:
— Bueno, si tanto queremos probar un colchón antes de que haya para todos… podríamos girarnos con el de Erik.
La habitación quedó en un silencio arrepentido por un segundo antes de que varias cabezas se giraran hacia ella con expresiones entre sorprendidas y divertidas.
— ?Hada! —exclamó Mika, abriendo los ojos de par en par.
— ?Qué? —dijo Hada con una sonrisa traviesa—. Sólo digo que si vamos a compartir colchones, Erik tiene uno, y nosotras aún no. Sería justo, ?no?
Becca se llevó una mano a la cara, pero no pudo contener una risa.
— No creo que Erik esté listo para semejante invasión —dijo, sacudiendo la cabeza.
Lera, con una ceja alzada, miró a Hada con fingida seriedad.
— ?Y quién sería la valiente que probaría primero?
Hada se encogió de hombros con una expresión de falsa inocencia.
— Podría ofrecerme como voluntaria, sólo para asegurarme de que realmente es cómodo.
Suri, que había estado escuchando en silencio, se incorporó de golpe con el ce?o fruncido.
— Si Erik se despierta en la noche y te ve ahí, seguro se asusta y te lanza fuera.
Las chicas se estallaron en carcajadas.
— ?Tal vez! —río Hada—. Pero al menos valdría la pena intentarlo.
Jerut, que había estado observando con una sonrisa divertida, finalmente habló.
— No sé qué tanto les gustaría compartir la cama con un hombre —dijo con un tono misterioso—. Pero si lo intentan, nos cuentan.
Las jóvenes se miraron entre sí con caras que iban del rubor a la risa, y la conversación se desvió pronto a otras bromas y comentarios. Sin embargo, la idea quedó flotando en el aire, dejando a más de una con la curiosidad latiendo en su interior.
El sol de la tarde te?ía la herrería con un resplandor dorado mientras Erik y Lera trabajaban juntos, limpiando el polvo y la suciedad acumulada con el tiempo. Ambos llevaban sus rostros cubiertos con telas húmedas improvisadas para evitar respirar demasiado polvo y cenizas antiguas.
Lera, con su habitual entusiasmo, inspeccionaba cada rincón con ojos atentos, asegurándose de no pasar por alto nada útil. Erik, por su parte, usaba un pa?o húmedo para limpiar una mesa de trabajo cubierta de hollín seco.
— Nunca imaginé que encontraríamos tantas cosas aquí —murmuró Lera, levantando un viejo martillo con un mango de madera ya gastado—. Si aprendemos a usar esto bien, podríamos hacer muchas herramientas nuevas.
Erik avanzaba mientras frotaba una gran piedra de afilar, descubriendo su superficie lisa y plateada debajo de la mugre.
— Sí… pero primero hay que ver qué podemos recuperar.
En ese momento, mientras Lera apartaba unos tablones viejos de una esquina, un brillo captó su atención. Con cuidado, apartó más escombros y vio lo que parecía ser un peque?o cajón oxidado incrustado en la pared de piedra.
— Erik, ven a ver esto.
Erik se acercó, y entre ambos lograron abrir el cajón, que rechinó al moverse. Dentro, encontraron varias herramientas plateadas con hojas filosas, aún en buen estado a pesar del tiempo. Entre ellas había puntas de flecha perfectamente moldeadas, cuchillos con filos intactos y hasta algunas herramientas de corte más grandes.
— Esto… esto es increíble —dijo Lera con los ojos brillando de emoción—. Mira estas puntas de flecha, están casi como nuevas.
Erik tomó una entre sus dedos, admirando el trabajo fino del metal.
— Son de muy buena calidad… mejor de lo que esperaba a pesar de los a?os que pasaron.
Siguiendo su instinto, Erik miró debajo de una mesa de trabajo cercana cubierta con polvo y cenizas. Apartó unas tablas viejas y encontró más herramientas, pero estas eran distintas. Había hojas de azada, peque?os arados y otros implementos que parecían ser de uso agrícola.
— Lera… aquí hay más, pero parecen herramientas para trabajar en los cultivos.
Lera se agachó junto a él, observando con sorpresa.
— Sí… esto es para trabajar los cultivos. ?Quién hubiera pensado que encontraríamos todo esto aquí?. Arlea estará feliz de trabajar con estas herramientas.
Mientras seguían explorando la herrería, Lera apartó más escombros y, al hacerlo, vio un destello plateado más grande que las puntas de flecha. Con esfuerzo, sacó varias piezas alargadas de entre las tablas y el polvo.
— Erik, mira esto —dijo, levantando una de las piezas con ambas manos.
Erik se acercó y tomó una de ellas. No eran simples cuchillos o puntas de flecha; Eran machetes, largos y con un filo tan intacto que casi parecía recién afilado. Las examina con detalle, pasando el dedo por el borde con cuidado.
— Esto no es hierro común… —murmuró con el ce?o fruncido—. Cualquier otro metal se habría oxidado o desgastado con el tiempo, pero permanecerá intacto.
Lera, emocionada, colocó varias piezas juntas sobre una mesa limpia.
— ?Crees que sea como el acero del que hablaste antes? —preguntó mientras observaba el reflejo del metal.
Erik giró uno de los machetes entre sus manos, analizándola con más atención.
— Podría ser algo similar al acero inoxidable… o quizás algo incluso mejor. No solo no tiene óxido, sino que los filos siguen nítidos después de quién sabe cuántos a?os.
Lera alzó una ceja, intrigada.
— Si este metal es tan bueno, ?crees que podemos usarlo para hacer más herramientas?
Erik avanzaba lentamente, con la mente trabajando a toda velocidad.
— Primero, limpiamos bien todo. Luego, podemos probar qué tan resistente es este metal con algunas pruebas.
Ambos se pusieron manos a la obra, con la certeza de que lo que habían descubierto cambiaría muchas cosas en la aldea.
La noche había caído sobre la aldea, y la peque?a fogata en el centro iluminaba suavemente los rostros de todos de la aldea. Las risas y conversaciones llenaban el aire mientras todos compartían historias y se relajaban, pero al poco rato, las mayores se levantaron con una ligera sonrisa en sus rostros.
— Es hora de que nos retiremos —dijo Jaia, mirando a los demás con un brillo en los ojos.
—Suri, ven, si quieres dormir en el colchón —a?adió Alisha, tomándola de la mano.
Erik, que estaba cerca de la fogata, intercambió miradas con las chicas. Su mente se llenó de preguntas sobre el día especial ha cercándose de Suri.
— Suri no sabe nada, ?verdad? —preguntó Becca, mirando a los demás.
— No, ni idea —respondió Hada, sonriendo mientras miraba hacia donde las mayores se alejaban con Suri.
Lera, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se unió a la conversación con un tono intrigado.
— Es hora de que planifiquemos los toques finales para su día especial. Vamos a sorprenderla.
Erik no podía evitar sonreír al ver a las chicas susurrar entre ellas, planificando con mucho entusiasmo.
Arlea levantó la voz para llamar la atención de todos, con su mirada decidida, se acercó a Mika.
— Mika, necesitaremos más carne —dijo Arlea, mirando a la joven cazadora con preocupación—. No será suficiente con lo que tenemos. ?Puedes conseguir algo más?
Mika, con una expresión de duda, se cruzó de brazos, pensativa.
— Será difícil —respondió con seriedad, mirando al horizonte—. Al parecer, los animales no están tan cerca como antes. He recorrido la zona más de una vez y no he visto mucho por aquí.
Arlea frunció el ce?o. No estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente, sobre todo cuando la fiesta de Suri estaba tan cerca. Fue entonces cuando Erik, quien había estado escuchando en silencio, se acercó con su calma habitual.
— ?Por qué no intentamos ir más allá de la zona que conocemos? —sugirió, mirando a Mika con una sonrisa confiada. —Tenemos nuevas puntas de flechas, y con el machete adaptado como una nueva lanza, creo que podemos ir un poco más lejos. He estado probándola, y tiene un buen filo. Podríamos aventurarnos un poco más y ver qué encontramos.
Mika lo miró sorprendida al principio, luego pensó en las palabras de Erik. La idea de adentrarse en áreas desconocidas siempre había traído cierto miedo, pero también era la única opción para obtener lo que necesitaban.
— Tienes razón —dijo Mika, finalmente asintiendo, también había probado las nuevas puntas de flecha—. Tal vez podamos arriesgarnos. No hay mucho que perder ahora.
Arlea irritante, satisfecha con la solución de Erik.
—Entonces , está decidido. Ma?ana, nos adentraremos más allá, algo cerca del bosque prohibido. Aprovecharemos las nuevas armas y buscaremos lo que podamos —dijo Mika.
Erik, sabiendo que el viaje podría ser más largo de lo esperado, agregó:
— Lo mejor será salir lo más temprano posible. Si seguimos lo necesario, podremos preparar todo un tiempo para la fiesta.
Mika ascendió con determinación. Aunque la caza fuera más difícil de lo habitual, confiaba en la habilidad de Erik.
— Bien —dijo, lista para lo que fuera—. Ma?ana a primera hora.
Las chicas intercambiaron miradas de complicidad. Sabían que el día siguiente sería una aventura importante, y que todo debía salir bien para que la sorpresa de Suri fuera perfecta.
La oscuridad de la madrugada aún cubría la aldea cuando Erik y Mika se encontraron en la peque?a explanada justo fuera de la aldea, preparándose para la caza. Ya había ajustado las provisiones en una mochila que Lera había confeccionado siguiendo sus instrucciones, y armas, asegurándose de llevar lo necesario para el largo viaje hacia el territorio desconocido.
El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, pero no había se?ales de ese calor abrasante que había caracterizado los últimos meses.
A medida que el día especial de Suri se acercaba, el aire comenzaba a sentirse más fresco, como si la temporada estuviera cambiando de manera repentina, casi mágica. El calor implacable que había afectado a la aldea finalmente comenzaba a ceder, y el clima estaba volviendo a una temperatura más agradable.
Erik cómo observar el calor ya no amenazaba con subir como solía hacerlo. De hecho, el aire comenzaba a tornarse más soportable, lo que les permitiría moverse con mayor facilidad a lo largo del día. El cambio de clima traía consigo la sensación de que el ciclo de la estación estaba regresando a su normalidad, justo a tiempo para el evento que tanto esperaban.
— Parece que finalmente el calor ha comenzado a bajar —comentó Erik mientras ajustaba la lanza a su espalda con una cuerda.
Mika, que ya había comenzado a caminar hacia la senda que llevaba hacia el valle más profundo, ascendiendo.
—Sí , es un alivio. No me molestará tanto el calor mientras cazamos. Ahora podremos estar más tiempo fuera sin preocuparnos por la agotación.
Erik sonó mientras seguía a Mika. Aunque el clima fuera más templado, el trabajo seguía siendo el mismo: cazar lo necesario para proveer a la aldea. El cambio en el clima, sin embargo, les dio una sensación de esperanza y alivio.
— Será mejor que aprovechemos este clima mientras dure. Después de todo, necesitamos estar preparados para la fiesta de Suri —dijo Erik, recordando lo que había ayudado a planificar con las chicas para sorprender a la joven.
Mika ascendió, su rostro mostrando una expresión decidida.
— Sí, hoy debemos conseguir más carne. Las chicas contarán con eso para el festín. Al final, todo tiene que salir bien.
Con la lanza en su espalda y Mika con el arco en su hombro listo, ambos se adentraron en zonas desconocidas del valle, listos para enfrentar lo que les esperaba. Mientras caminaban entre los árboles, una sensación de tranquilidad se apoderó de Erik. Sabía que el día especial de Suri debería ser el mejor que tuviera, pero también sentí que el clima estaba cambiando para bien, lo que les permitiría seguir adelante con sus tareas sin el agobio del calor.
Mika observó cómo Erik caminaba con paso firme y decidido. él siempre iba a su propio ritmo, sin prisa, como si el tiempo fuera algo que pudiera moldear a su antojo.
Mika, por un instante, dejó que su mente viajara al pasado, recordando las veces que habían cazado juntos. Al principio, su relación había sido más distante. Era cautelosa, observaba cada movimiento suyo con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Sin embargo, con el tiempo las cosas habían cambiado. Se dio cuenta de que se necesitaban mutuamente, y no solo para cazar. Habían aprendido a cuidarse entre sí, a reconocer los peligros del valle ya confiar en el instinto del otro.
En más de una ocasión, él la había sacado de apuros, y ella también lo había hecho por él. Era un compa?erismo que no podía describir con palabras simples. Era más que eso, algo que solo el tiempo había forjado.
Mika suena levemente. Había algo diferente en la forma en que ahora lo veía. Se había convertido en alguien confiable, en un compa?ero de caza, sí, pero también en alguien en quien se podía apoyar en momentos de peligro.
— “ Lo que pasa es que me estoy acostumbrando a tenerlo cerca…” pensó para sí misma.
No sabía si era la adrenalina del cazar, o si simplemente estaba aprendiendo a confiar en él de formas en las que no pensaba antes, pero se dio cuenta de que, incluso en esos momentos más tranquilos como ahora, su presencia era algo que realmente valoraba. Era un compa?ero, un igual, y eso, en el fondo, era más de lo que podría pedir.
El día avanzaba y el aire fresco de la ma?ana seguía impregnado en el valle mientras Erik y Mika caminaban juntos entre los árboles. El crujir de las hojas secas bajo sus pies se mezclaba con el sonido del viento que pasaba entre las ramas. Habían cazado varios ciervos, nejos y otros animales a lo largo de la ma?ana, pero Erik no parecía tener prisa por regresar. Por su parte, Mika estaba disfrutando más de lo esperado. Cazar juntos ya no era una tarea. Se había convertido en algo más, algo natural, como si el valle les perteneciera a ambos.
— ?Crees que haya algo más por aquí? —preguntó Mika, mirando alrededor con una ligera sonrisa.
Erik asintió, frunciendo el ce?o mientras observaba el terreno ante ellos.
— Tal vez... nunca hemos estado por estas zonas. La cercanía al bosque prohibido parece más densa, y si seguimos, podría haber algo interesante.
Decidieron internarse más, caminando con cuidado, como siempre lo hacían, escuchando el crujir del bosque a su alrededor. Los matorrales crecían más peso a medida que avanzaban, y el ambiente se sentía más denso y misterioso. El sol luchaba por atravesar las copas de los árboles, pero la luz que se filtraba aún iluminaba el camino.
Mientras avanzaban entre la maleza, algo llamó la atención de Mika. A lo lejos, cerca de un arbusto denso, algo negro y desgarrado se asomaba entre las ramas. Al acercarse, vio que no era un simple animal muerto; Eran varias aves, y sus cuerpos parecían haber sido destruidos con una fuerza brutal.
— ?Qué es esto? —preguntó Mika, tocando la pluma rota de una ave con la punta de su flecha.
Erik se agachó, observando con detenimiento los cuerpos desmembrados.
— No son animales comunes... —murmuró, pasando la mano por el suelo, donde encontraba más plumas dispersas—. Algo muy grande pasó por aquí.
Mika frunció el ce?o, su mente trabajando a toda velocidad. No era algo que hubiera visto antes. Al examinar más cerca, encontró grandes huellas, más grandes que las de cualquier animal que habían encontrado antes. El suelo estaba marcado por algo mucho más grande que ellos.
— ?Huellas de qué...? —murmuró, mirando a Erik.
él observará las huellas con atención. No eran como las de ningún animal, ni nada que conociera dentro del valle. Las patas grandes, con garras que dejaban marcas profundas en la tierra, indicaban la presencia de algo peligroso.
Ambos intercambiaron una mirada cargada de incertidumbre. Algo grande y desconocido rondaba por la zona.
— Deberíamos volver —sugirió Mika, sin perder de vista las huellas. —Quizás sea mejor no acercarnos más.
Erik se acercó, pero antes de girarse, volvió a observar el área circundante. El viento soplaba débilmente, y el olor del aire era algo diferente, cargado de una tensión que no podía ignorar.
— "Estas huellas… ", dijo Erik en voz baja, mirando hacia el horizonte. Su tono de voz denotaba una preocupación que Mika no había notado antes.
— Volvamos, pero con cuidado —dijo Erik, mirando hacia atrás mientras tomaba la iniciativa de caminar en dirección opuesta.
— "?Qué sucede?" Mika preguntó, su voz tensa. Aunque había aprendido mucho sobre el bosque a su lado, había algo en el aire que no le gustaba.
Erik frunció el ce?o, sin apartar la vista de las huellas. —"No estoy seguro… pero no me gusta. Es mejor que nos vayamos."
Sin embargo, en ese preciso momento, un rugido profundo y resonante llenó el aire. El sonido, tan fuerte que parecía venir de las entra?as mismas de la tierra, hizo que el cuerpo de Mika se paralizara de inmediato. Era un rugido que nunca había oído antes, y el temor instantáneo se apoderó de ella. Su respiración se aceleró, su cuerpo se tensó, incapaz de moverse por el miedo.
Su mano se presionó alrededor de su arco, pero no hizo ningún movimiento para cargar una flecha. Sus ojos se agrandaron, su respiración se volvió errática.
— Mika, sube a un árbol —le ordenó Erik, sin apartar la mirada de la dirección del sonido ya que había reconocido ese rugido.
Ella negó con la cabeza, apretando los dientes.
— No —dijo con firmeza—. Podemos pelear juntos.
— Mika, por favor —le suplicó Erik, su tono serio, casi desesperado—. Yo subiré después, pero primero quiero que estés a salvo.
Pero Mika no se movió. Su corazón latía con fuerza en su pecho.
— Por eso tienes que subir —insistió él—. Desde arriba puedes ayudarme, con tus flechas sin que corras peligro.
El sonido de ramas rompiéndose y el crujido del suelo anunciaron la llegada de la bestia. Mika seguía sin moverse, pero Erik le lanzó una mirada intensa.
—?Mika , ahora!
Mientras Mika comenzaba a treparse, Erik no la siguió inmediatamente. En cambio, se quedó observando en la dirección del rugido, sabiendo que el peligro estaba cerca, pero también reconociendo algo que la criatura había dejado claro. El rugido no era desconocido para él. Había oído ese sonido antes, en el bosque prohibido.
— "Será posible que es... ese animal", pensó Erik para sí mismo, apretando los pu?os. Sacando la lanza improvisada que había traído. Sabía que no se trataba de ninguna bestia, era un monstruo que le recordaba a un jabalí mezclado con un oso, que se había topado en el bosque prohibido, y no iba a permitir que Mika estuviera en peligro.
El rugido resonó una vez más, esta vez más cerca, y la vibración en el aire era palpable. Erik comenzó a retroceder, mirando a su alrededor, buscando un lugar donde pudiera mantenerse oculto o preparado para la batalla. Mientras tanto, Mika se aferró al tronco del árbol, intentando controlar su respiración y asimilando la situación.
Ambos sabían que el enfrentamiento era inevitable, y que la astucia sería su única ventaja en este terreno salvaje.
Mika apenas tuvo tiempo de asegurarse en una rama alta cuando la bestia emergió de entre los árboles.
Era enorme, mucho más grande de lo que Erik recordaba. Sus ojos amarillos brillaban con furia, su hocico se arrugó al olfatearlo… lo reconoció.
La criatura gru?ó y bajó su enorme cabeza, preparando un ataque. Pero antes de lanzarse sobre Erik, algo arriba llamó su atención.
Levantó la vista y vio a Mika.
Con un rugido feroz, la bestia se impulsó con sus patas traseras, tratando de alcanzarla. Con una de su pata ara?o la corteza del árbol, sus grifos se abrieron, buscando atraparla.
- ?No! —gritó Erik, saliendo a su frente para que lo preste atención a el y deje a Mika.
Saltó a un lado, agitando los brazos y golpeando su lanza contra el suelo, intentando llamar su atención.
— ?Aquí, maldito! ?Ven por mí!
La bestia se detuvo por un momento, sus ojos oscurecidos por la furia viajaron entre Erik y Mika.
La bestia soltó un rugido ensordecedor y se giró bruscamente, fijando su atención completamente en Erik. Su enorme cuerpo tensó los músculos antes de lanzarse contra él con una velocidad sorprendente para su tama?o.
Erik estaba listo. Ahora que Mika estaba a salvo en el árbol, podía moverse con libertad sin preocuparse por ella. Se deslizó a un lado justo antes de que la bestia lo embistiera, sintiendo el viento del impacto rozar su cuerpo.
— ?Mika, sigue disparando! —gritó mientras rodaba por el suelo y se ponía de pie en un instante.
Desde arriba, Mika tensó su arco y disparó una flecha. El proyecto silbó por el aire y se clavó en el lomo de la criatura. No fue suficiente para detenerla, pero la bestia soltó un gru?ido de dolor y giró la cabeza en su dirección.
— ?No mires aquí, idiota! —murmuró Mika con frustración, preparando otra flecha.
Erik aprovechó la distracción para atacar, pero la bestia se movió con rapidez y lanzó un zarpazo. Erik apenas logró esquivarlo, pero aún así sintió el viento de sus garras pasar peligrosamente cerca de su rostro.
Se movió de nuevo, saltando hacia un lado y provocando a la criatura, forzándola a seguirlo en un patrón errático. Notó que sus movimientos eran más torpes, que una de sus patas delanteras no tenía la misma fuerza.
— Esa pata… —murmuró para sí mismo.
La bestia tenía una herida vieja en una de sus patas delanteras. Parecía haberla sufrido en una pelea anterior, y aunque no la hacía indefensa, sí la volvía más vulnerable en ciertos movimientos.
— ?Mika, apunta a la pata herida! —le gritó Erik mientras esquivaba otro ataque.
Mika ascendió y, con una respiración profunda, apuntó con precisión. Soltó la cuerda y la flecha voló en línea recta, clavándose justo en la zona lastimada.
La bestia rugió de dolor y perdió el equilibrio por un instante, apoyándose solo en sus patas traseras.
—?Ahora ! —gritó Mika.
Erik se acerco lo más rápido que pudo y apretó los dientes y, con toda su fuerza, hundió el machete usado como una lanza en el pecho de la bestia, apuntando directo al corazón. Sintió la resistencia de la carne y el crujido de hueso antes de que la punta perforara su objetivo.
La criatura soltó un rugido desgarrador que se apagó en un gru?ido ahogado. Su cuerpo se estremeció violentamente por un instante… y luego comenzó a caer.
Erik trató de reaccionar, de actuar a un lado, pero el peso del combate había agotado su cuerpo. Antes de que pudiera hacer algo, la enorme bestia cayó directamente sobre él.
—?Erik ! —gritó Mika desde arriba del árbol, con los ojos muy abiertos.
El impacto levantó una peque?a nube de polvo, y por un momento, todo quedó en silencio. Mika sintió que su respiración se aceleraba, su mente imaginando lo peor.
Sin pensarlo dos veces, bajó rápidamente del árbol, resbalando un poco en el tronco en su prisa. Apenas tocó el suelo, corrió hacia donde la bestia yacía inmóvil sobre Erik.
—?Erik ! ?Erik, diez centavos algo! —exclamó, tratando de empujar la enorme masa de carne y pelaje, pero el peso era descomunal, tal vez demasiado para él.
Mika se mordió el labio, sintiendo un nudo en el estómago. Se inclinó, buscando cualquier se?al de movimiento, cualquier prueba de que Erik seguía con vida.
— No… no puedes estar… —susurró, su voz temblando de frustración y miedo.
Reuniendo todas sus fuerzas, apoyó su hombro contra el costado de la bestia y empujó con todas sus fuerzas, intentando liberar al muchacho atrapado debajo.
Mika seguía empujando con todas sus fuerzas, sintiendo cómo sus músculos ardían del esfuerzo. Su respiración era errática, su corazón latía con fuerza en su pecho. No podía perderlo. No así.
De repente, vio un movimiento.
Una mano surgió por un costado de la bestia, temblorosa, buscando algo a lo que aferrarse.
—?Erik ! —exclamó, aliviada.
Sin perder tiempo, Mika se inclinó y tomó su mano con fuerza. Tiró de él con toda la energía que le quedaba, sintiendo cómo su cuerpo empezaba a liberarse poco a poco de la pesada carga.
Finalmente, Erik logró salir, rodando hacia un costado hasta quedar sentado en el suelo. Su respiración era pesada, y su cuerpo aún temblaba por el esfuerzo.
Erik jadeaba, sintiendo el ardor en su cuerpo después de haber estado atrapado bajo la bestia. Aún sentado, intenté recuperar el aliento, pero el peso que había soportado le dejaron los músculos temblorosos.
— Maldición… pesa más de lo que pensé —soltó con una mueca de dolor, llevando una mano a su costado mientras intentaba controlar su respiración
Mika, aún de rodillas junto a él, no dejaba de observarlo, su pecho subiendo y bajando rápidamente por la adrenalina. Su mente estaba en caos. Por un instante, pensó que lo había perdido, que ese monstruo se lo había llevado.
— Idiota… —susurró Mika con la voz entrecortada—. Pensé que…
Erik giró la cabeza hacia ella, notando la mezcla de ira y alivio en sus ojos.
— ?Qué? —preguntó con un peque?o intento de sonrisa, pero Mika no estaba de humor para bromas.
— ?Eres un maldito idiota, Erik! —soltó con más fuerza, golpeándolo suavemente en el brazo. Su cuerpo aún temblaba.
Erik soltó una risa entrecortada, llevándose una mano al costado.
— Sí, lo sé… pero funcionó.
Mika apretó los dientes, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.
— ?No se trata de si funcionó o no! ?Te pudo haber matado! —gritó, su voz entrecortada por la emoción. Sus manos temblorosas se aferraron a sus hombros—. Si no hubieras podido salir…
Erik la miró fijamente, notando cómo sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas.
—Mika . Estoy bien —dijo con voz más suave, intentando calmarla.
Pero ella no podía calmarse. No después de haber sentido ese pánico al verlo aplastado bajo el peso de la bestia.
Sin poder contenerlo más, se lanzó sobre él y lo abrazó con todas sus fuerzas, enterrando su rostro en su cuello.
— No hagas eso otra vez… —susurró, su voz temblando contra su piel—. No me hagas sentir así otra vez…
Erik sintió su calor, el latido acelerado de su pecho contra el suyo. Sin pensarlo, rodeó su espalda con sus brazos, correspondiendo al abrazo.
— Lo prometo —susurró contra su cabello.
Mika cerró los ojos con fuerza. Algo dentro de ella se rompió y, al mismo tiempo, se reconstruyó en ese instante. Se separó apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos, sin soltarlo.
Y, sin pensarlo más, lo besó.
Fue un beso repentino, desesperado, lleno de todas las emociones que la habían abrumado. No era solo alivio, era algo más. Algo que ardía en su pecho y que ya no podía ignorar.