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CAPÍTULO 3

  CAPITULO 3

  Lo que acababa de observar me dio esperanzas y no pude evitar cometer la imprudencia de llamarla.

  -?Mamá! —grité con todas mis fuerzas, sintiendo una mezcla de esperanza y desesperación—. ?Soy yo! ?Lucía!

  No sabía si aún quedaba algo de ella dentro de ese cuerpo transformado, pero necesitaba intentarlo. La manada comenzó a girar lentamente hacia mí; algunos se detuvieron al escuchar mi voz familiar, ya que todos en este pueblo nos conocíamos. Muchos crecimos juntos o nos vieron crecer.

  Toda la manada me observaba y yo estaba paralizada. Mi madre caminó lentamente hacia mí y avanzó unos pasos delante de todos, se quedó parada como analizándome y por un instante, vi un destello de reconocimiento en sus ojos rojos. Fue tan breve que casi me hizo dudar si realmente lo había imaginado, pero luego su expresión cambió y avanzó hacia mí con una velocidad aterradora. Sin pensar más allá del instinto de supervivencia, empecé a correr. Saqué el cuchillo y me preparé para defenderme si era necesario.

  -?Mamá! ?Recuerda quién eres! ?Recuérdame! ?Soy yo, Lucy! —grité nuevamente mientras corría desesperada.

  Volteé a ver y ya no solo era mi madre la que me perseguía. Actuando de una manera sorprendente, la manada comenzó a rodearme. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de ser superada por ellos. Pero dentro de mí crecía una determinación feroz: no iba a rendirme sin luchar por lo poco que quedaba de mi madre.

  En ese momento crítico, decidí parar y hacerle frente a ella. Era todo o nada: la salvaba o moriría en sus manos, pero de algo estaba segura: aquellos infectados podían ser vulnerables si eran confrontados con emociones humanas intensas. Tal vez aún había esperanza para ella... o al menos para mí, por un momento pensé que estaba loca, era una suicida o algo parecido pero mi impulso fue más grande.

  -?Mamá! ?Te necesito! ?Vuelve conmigo! —exclamé con toda la fuerza que pude reunir.

  Los seres se detuvieron momentáneamente ante mis palabras; algunos incluso parecían titubear, —Es la mente colmena— pensé.

  Mi corazón latía desbocado mientras esperaba cualquier se?al de respuesta, ella se detuvo y en su rostro pude ver cómo empezaban a correr lágrimas de sangre por sus mejillas parecía desesperada por emitir algún sonido, hasta que lo escuché.

  —Lu... Lucy, co... corre —esas fueron las débiles, pero claras palabras que salieron por su boca. Me recordaba, sabía quién era yo.

  No me dio tiempo de sentir alegría ante mi descubrimiento, ya que nuevamente toda la manada, incluyéndola, avanzaron hacia mí. No me quedaba de otro: tenía que correr, esconderme en el refugio, pero con ellos detrás mío, sería imposible que no atacaran a todos los que allí se escondían. Era una idiota, me dejé llevar por mis sentimientos y ahora arriesgaba la vida de todos, por mi culpa habría más muertes. No, no era lo que quería, si debía sacrificarme, lo haría, después de todo, eran las consecuencias de mi torpe decisión.

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  Cuando ya estaba resignada a dejar que me atraparan, sentí una presencia detrás de mí. Un susurro helado se coló en mis oídos:

  —No estás sola.

  Mi corazón se detuvo un instante. ?Quién más podría estar aquí en medio de esta pesadilla?

  Fue entonces cuando vi a Carlos, un viejo amigo de mi madre y mío, su figura emergiendo entre las sombras me hablaba entre susurros como un salvador en medio del caos.

  —?Súbete! —gritó y apunto hacia la moto que estaba parada unos pasos más allá.

  Sin pensarlo dos veces, salté detrás de él y sobre la moto huimos, dejando atrás a la manada que nos perseguía.

  —Ay, Lu, te encanta estar en problemas, ?verdad? No cambias nunca —me habló con una sonrisa en su rostro, por un momento solté una carcajada.

  Carlos se detuvo y me explicó que un grupo de personas había logrado salir y escapar, pero que estaban volviendo para ayudar a los que no y ver si podrían recuperar el pueblo. No dudé ni un momento en contarle lo sucedido con mi madre y el momento en el que la llamé, cómo reaccionaron, al igual de cómo interactuaban con los animales. Fuimos a donde estaba su padre, quien alguna vez al igual que Carlos habían servido junto a mi padre en el ejército, allí se encontraba dando instrucciones de lo que se debía hacer, y Carlos le contó mi relato. Todos los que estaban presentes escuchando se sorprendieron, pero la decisión estaba tomada: acabarían con todos sin importar que fueran sus seres queridos.

  Entre todas las personas que estaban ahí logré ver a Dany y a su familia. Sentí un gran alivio de que estuvieran con vida. Me contó que luego de que me fuera a buscar alimentos, apareció un peque?o grupo de estos seres que actuaban como perros cazadores persiguiendo a sus presas. Eso, más la información que tenía, daba a entender que efectivamente estaban bien organizados para cazarnos y no carecían de inteligencia o al menos en su mayoría. Pronto nos dimos cuenta de que, aunque nuestras armas podían lastimarlos, matarlos era un poco más complicado y eso es algo que descubriríamos después de ver morir a muchos más, aquellos monstruos destrozaron todas las defensas que teníamos improvisadas, realmente nadie esperaba que fueran capaces de hacer tanto o de estar tan bien organizados.

  En medio del caos busqué a Dany y a los demás, pero solo pude encontrarme con Carlos.

  —?Lucía, sube ya! —se encontraba sobre su moto. Sin dudarlo y llena de terror entre todo el alboroto que había, nos montamos en la moto y huimos.

  —?Dónde está Dany y sus padres? —pregunté desesperada y preocupada, pero Carlos solo se quedó en silencio.

  No dejaba de mirar a todos lados tratando de encontrarlos, pero todo era un caos peor que el día anterior. Era desgarrador ver cómo estos seres estaban atacando y devorando a más de una persona que intentaba huir, hasta que por fin logramos salir del pueblo. En el camino conseguimos a algunos sobrevivientes, por lo que aún tenía esperanzas de encontrar a mi amiga y su familia. Sin embargo, mi búsqueda fue en vano y entonces supe que no habían podido escapar.

  Nuevamente, un profundo dolor me invadió el pecho, un dolor punzante y que me quemaba. Un sentimiento de culpa crecía rápidamente en mí. Si tan solo no hubiera intentado llamar la atención de todos para sacar a mi madre de la manada, si no hubiera sido tan estúpida en creer que ellos aún podrían tener salvación, por mi culpa todos huían nuevamente. Tenía más sangre en mis manos que los mismos monstruos.

  Abracé muy fuerte a Carlos, que entendió perfectamente mis sentimientos y se mantuvo en silencio. Era mi culpa; todas esas arriesgadas y estúpidas decisiones que tomé solo lograron que más personas murieran. No nos quedaban más opciones que seguir escapando, así sería nuestra vida ahora, siempre huyendo de estos seres que parecían siempre poder encontrarnos y ser más hábiles que nosotros. Nos unimos al diminuto grupo que quedó y seguimos adelante buscando un nuevo lugar. Cada amanecer traía consigo la incertidumbre de si veríamos otro atardecer. La realidad era dura y cruel; El mundo que conocíamos había desaparecido, y lo que quedaba era un paisaje desolado lleno de ruinas y sombras. Aquellos seres, que terminamos llamando silbadores por la forma en que se llamaban para agruparse, terminaron apoderándose de las peque?as ciudades o pueblos de los lugares a donde llegábamos.

  Pasaron los meses y mientras avanzábamos en busca de un nuevo refugio, el eco de los silbadores resonaba en la distancia, un recordatorio constante del peligro inminente. Carlos y yo intercambiamos miradas, sabiendo que nuestras vidas jamás volverían a ser las mismas.

  De repente, Carlos rompió el silencio:

  —Lu, hay algo que debes saber —dijo, su voz temblando ligeramente—. Escuchó rumores sobre una resistencia... un lugar donde la gente está luchando contra ellos y logrando sobrevivir.

  —?Dónde? ?Qué sabes de ese lugar? —pregunté, aferrándome a la esperanza.

  Carlos respiró hondo antes de responder.

  —No sé mucho, solo que está al otro lado de las monta?as. Pero es un viaje peligroso, no todos llegaremos.

  Mis pensamientos se invadían mientras trataban de similar esta nueva información. La posibilidad de encontrar un refugio seguro, un lugar donde podríamos luchar y tal vez recuperar lo que habíamos perdido, era tentadora. Pero también era un riesgo enorme.

  —Debemos intentarlo —dije con determinación—. No podemos seguir huyendo para siempre.

  Sabía que el camino sería arduo, lleno de peligros, pero no tenía otra opción. Debía encontrar ese lugar, por Dany, por mi madre y por todos los que habíamos perdido. Y así, con la esperanza de un nuevo destino, nos lanzamos hacia lo desconocido, sin saber que lo que nos aguardaba cambiaría nuestras vidas para siempre.

  ?Que opinan de las decisiones de Lucia?

  


  


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