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Capítulo 28 - Amelia Tennath

  A pesar de la leve estática que decoraba la voz de Rory, su voz resonó con fuerza en los irregulares muros del Templo del Dragón Volcánico y acusándome con su eco.

  ―Tú también vienes del espacio, ?verdad?

  Hinché los pulmones antes de responder. Iba a necesitar hasta el último átomo de ese oxígeno para mantenerme en calma.

  ―Así es, Rory. No esperaba menos de ti. ―Tenía que mantener la compostura. Ser mi personaje. No podía dudar un solo instante, por mucho que me costara―. Hubiera sido bastante anticlimático tener que corregirte, ?no crees?

  A decir verdad, no podía dejar de sentir cómo un gran peso se liberaba de mis hombros, como quien deja caer una enorme mochila en el suelo después de regresar de una expedición. Ese momento en el que los músculos perdían su tensión porque, simplemente, ya no la necesitaba.

  ―Gracias, Rory ―solo paladeé las palabras, segura de que no llegarían a oídos de nadie.

  El plan había funcionado a pesar de todas sus restricciones. Rory Rapsen había hallado, por fin, esa verdad fundamental sobre la familia Tennath. Había sido el ingenio de un humano el que había tirado abajo la mascarada, lo que no incumplía ninguna de las promesas que había hecho a mis padres cuando llegamos a la superficie de este mágico planeta. Además, la peque?a yincana a la que había sometido a los due?os del taller había ayudado a sedimentar poco a poco la posibilidad de esa idea en sus cabezas, minimizando el impacto de una revelación que, a priori, podría resultar increíble.

  Todo marchaba, ?verdad? Las cosas serían más fáciles a partir de ahí. Podría hablar abiertamente de mi propia identidad. De mis objetivos. De lo que había dejado atrás para cumplirlos. De quién era Amelia Tennath en realidad.

  Eché un vistazo de reojo a Dan para buscar su apoyo, pero su rostro parecía inusualmente calmado. Confidente de la situación, el caballero simplemente me regaló una vaga sonrisa henchida en cansancio, como si me estuviese legando la responsabilidad de responder a esa situación con mis propias palabras. Lilina, por su parte, apretaba los pu?os y los movía de un lado a otro con energía, como si no supiera exactamente qué hacer con la emoción de una revelación así y quisiera quemar todo su excedente con poco más que unos cómicos y exagerados gestos. Fuera como fuera, no parecía que se hubiera tomado la noticia de forma negativa, no.

  En cambio, fui incapaz de discernir el significado de la expresión de Mirei. Sí, no sabía cuánto de ello debía atribuir al combate que había liderado unos minutos atrás y cuánto a lo que acababa de decir, pero la mera incertidumbre que me recorría el cuerpo me hizo estremecerme con preocupación. ?Estaba simplemente sorprendida? ?Se mantenía incrédula? ?Sentía que la había enga?ado? ?Había dejado de estar mentalmente presente para so?ar con el espacio exterior? ?O es que luchaba por aclararse las ideas y eso le impedía reaccionar? Mi cabeza empezó a analizar todas las posibles respuestas, pero no se lo permití. No. Tenía que mantener la mente fría, fuera como fuera. Dirigirme a ella y ofrecerle un afecto que temía que, de repente, hubiera dejado de aceptar.

  ―?A... a qué te refieres con eso? ―A pesar de su aparente cansancio, la mirada de la maquinista perforó cualquier defensa mental que hubiera podido alzar―. ?Quieres decir que...?

  Tuve que admitirme a mí misma que, después de un día tan movidito como ese, tampoco es que tuviera energías suficientes para darle las explicaciones que se merecía. Sin embargo, y por muy drenada que estuviera, sabía que lo que el momento necesitaba era una de mis réplicas vivarachas. Daba igual que sonase impostada. Que solo buscara quitar algo de hierro al asunto. Lo único que me importaba en ese momento era convertir la mueca de confusión que adornaba el rostro de la maquinista en una sonrisa capaz de hacerme pensar que estaba haciendo lo correcto.

  ?Pero era eso porque la quería o simplemente por hacerme sentir mejor conmigo misma después de tanta mentira?

  ―?Soy un irresistible bellezón alienígena? ―Dejé mis manos sobre sus hombros. Las rodillas me temblaban un poco, pero disimulé como buenamente pude―. Sí, de eso soy totalmente culpable.

  Calló por unos segundos eternos. Unos agonizantes instantes en los que podía sentir cada uno de los latidos de mi corazón tronando en mis tímpanos. Un momento en el que la ansiedad apretaba mi cuello y esos ojos dorados rasgaban mi alma al viajar intranquilos de un lado a otro. Mi mente racional había obviado un detalle crucial para el rincón reservado para las emociones: necesitaba su respuesta.

  Necesitaba... sentirme válida ante ella.

  ―Vaya que si lo eres. ―Me retiró un avieso mechón de pelo de la cara y acercó su frente a la mía. Sentir su calor tan de cerca inflamó mi pecho, pero tenía que recordar que eso aún no era una respuesta―. Sin embargo... tienes que admitir que el que tu novia te diga que viene de más allá de las estrellas no es algo que te digan todos los días. Déjame interiorizarlo un poco, Meli.

  ?Déjame interiorizarlo un poco? implicaba distancia. El gesto afectivo y el cari?oso ?Meli? sugerían lo diametralmente opuesto. Y... ?se hubiera referido a mí como ?mi novia?? En cualquier otra situación me habría hecho explotar de júbilo, pero el peligro de tener una mente tan activa es que era especialmente débil a los pensamientos más intrusivos, que no tardaron por simular todos los Bad Endings de esa extra?a ruta que estaba tomando.

  La taciturna quietud que dejé después de esa respuesta tampoco pasó desapercibida, no.

  ―Ha sido una jornada extenuante ―interpuso, por fin, Dan. Aún se le veía descompuesto del agotamiento, pero se esforzó en mostrar su mejor facha para hacer que la conversación fluyera―. Considero que es mejor idea posponer este coloquio hasta un momento más propicio.

  ―Me parece justo ―dijo Rory al otro lado de la línea―. Solo necesitaba confirmar mi teoría, pero yo también creo que es algo que deberíamos tratar después de haberlo consultado con la almohada... Bueno, supongo que hablarlo en persona también ayudará. Con un café por delante en lugar de estos extra?os hologramas. Ay, no me acabo de acostumbrar a este trasto.

  Hice ademán de decir algo, pero Dan me frenó alzando el índice y llevándoselo a los labios. Aunque protesté con un gru?ido, agradecí su preocupación con una palmada en su brazo.

  ―Además, mi se?ora. No olvidéis vuestra... ―intentó corregirse―. Hermana. No olvides tu palabra. Acordasteis... Prometiste a Padre y Madre que, si en algún momento se diera una situación como la acaecida...

  ―Ellos estarían presentes en toda conversación, sí ―repliqué con un bufido―. De acuerdo, me parece razonable lo que sugieres. Será mejor que volvamos a casa. ?Alguna objeción?

  Nadie replicó.

  ***

  Cuando Guri estaba dormido era extremadamente fácil olvidar que se trataba de un ser de inteligencia comparable a la humana, pero si además lo hacía en tu regazo, tratarle como algo que no fuera un animal de peluche que respiraba y reaccionaba al rascarle bajo la barbilla o tras las orejas se convertía en un reto brutal.

  Además, nadie podía negar que achucharle ayudaba a mantener los nervios bajo control.

  ―?Pues ya está todo listo! Eso sí, esperaba que el día que trajeras a ese alguien especial a casa ―dijo mi madre con dulzura― fuera en otras circunstancias. ?Ay! Cómo te quiero, mi ni?a.

  Gregory Tennath soltó una regia carcajada y comprobó su reloj de bolsillo. Solo quedaban unos minutos para la visita de los Rapsen (si Rory estaba involucrado, sería puntual hasta las últimas consecuencias) y la reunión de estrategia había sido tan infructuosa como cabía esperar. Al parecer, un ?papá, mamá, mi novia ha descubierto que la distancia a nuestra ciudad natal se mide en a?os luz? no era la mejor forma de dar la noticia a tus padres.

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  ―E-esto, Madre... ―balbuceé, intentando poner mis ideas en orden―. Ya te he dicho que no estoy muy segura de las etiquetas y que... No sé, quizá no sea la mejor idea del universo se?alar eso ahora mismo. ?Quiero decir! Lo de lo nuestra naturaleza es bastante más prioritario que hablar de amoríos. Y a saber si las cosas siguen yendo a buen puerto después de... Ya sabes. ―Empecé a jugar con las patas del momoolin como si se tratasen de una marioneta para calmarme, pero no se despertó―. ?Así que venga, revisemos el plan de nuevo!

  ―Ya le hemos dado cientos de vueltas, querida ―repuso Padre―. Y hemos convenido en que el acuerdo que teníamos sigue en pie: si lo han descubierto por sus propios medios y los consideráis de fiar, nosotros extendemos dicha aprobación. Que nuestras creencias sobre cómo abordar la situación difiera no hace que confíe menos en tu privilegiada cabecita, hija mía.

  ―Yo... ―Dan agachó la cabeza en se?al de respeto―. Hállome también en posición de responder por ellos.

  ―Entonces, ?cuál es el problema, Amelia mía? ―volvió a preguntar la mujer―. No me faltan ganas de conocer a nuestros nuevos aliados.

  ―Quizá, incluso sepan darnos una nueva perspectiva para... ―Mi padre forzó una pausa. Definitivamente, era de él de quien había heredado mi talento para el drama―. Resolver esa peque?a disputa que seguimos teniendo en el aire.

  ―Me da miedo espantarles. ―Viré mi mirada al momoolin que dormitaba en mi regazo―. Me da miedo asumir que son ?nuestros nuevos aliados?. ?Y si escuchan nuestra historia y... nos rechazan? ?Y si ella decide que...?

  ―Nadie en quien hayas podido depositar tu confianza es tan débil de espíritu como para hacer algo así ―afirmó el patriarca―. ?Cabeza arriba, hija! Hemos de luchar por todo lo que hemos construido en esta estrella y las relaciones no son una excepción.

  Sabias palabras de un padre.

  Mirei, Rory y Lilina no tardaron en llegar. Sobreengalanados para la ocasión (quizá habían asumido que la reunión con mi familia era más formal de lo que había insinuado), los tres huérfanos llegaron guiados por un miembro del servicio.

  Aunque elegimos una de las salas de estar más acogedoras de la mansión para la reunión con el objetivo de mostrar cercanía, el ambiente se sentía frío y cargado de incertidumbre. Como era de esperar, las presentaciones siguieron al pie de la letra el protocolo. Todo era rígido y se sentía encorsetado de más, aunque no sabía si el adjetivo que lo causaba era ?noble? o ?alienígena?. Al menos, hasta que Rory Rapsen decidió romper el hielo.

  ―Disculpen mi inconsideración, pero me he tomado la libertad de hornear unos dulces para la ocasión. ―Falsificó una extra?a reverencia―. Sé de buena tinta que los jóvenes vástagos son amantes de la repostería y me figuré que dicha afición se extendería a vuestras mercedes.

  ―Es un detalle, Rory Rapsen ―respondió mi padre, haciéndose cargo de la caja que los guardaba.

  No tardó en abrirla para agradecer el gesto. Fue divertido ver el brillo infantil en la mirada de Dan al descubrir que su amigo por fin había cumplido con la promesa de obsequiarle con una peque?a tarta de acireza, pero más lo fue ver cómo Lilina fingía quererla para ella sola para forzar algún tipo de reacción del caballero, que se debatía entre la cortesía propia del anfitrión y la admisión más clara saber lo que la chica pretendía con sus actos.

  ―Pediré el mejor de nuestros tés para acompa?arlos. ―Dejó cortésmente la mano sobre el hombro del repostero en se?al de aprecio, destrozando cualquier regla jamás escrita al respecto―. Eso sí, me gustaría pedirte que omitieras el trato reverencial. Coincidirás conmigo, amigo alquimista, en que erige más barreras de las que estoy dispuesto a aceptar un día como hoy.

  ―?Ese es el bueno de Greg! ―Runi hizo que el aludido se sobresaltara con un enorme holograma―. ?Por fin pongo cara a la otra gran mente pensante detrás de mi código! ?Puedo llamarte papá? Bueno, ahora que lo pienso, quizá sería demasiado incómodo considerarte mi padre y decir que mi madre es tu hija. Eh... Sí, definitivamente es incómodo. Tengo que pensar cómo nombrar nuestra relación, entonces. Dadme un rato. Sea como sea, ?encantado!

  Sin siquiera pedir permiso a su portadora, el ingeniero comprobó la unidad, que se había transformado en una discreta pulsera. Apretó un botón de su monóculo y empezó a asentir en silencio.

  ―?Oh! ―De repente, apreció que quizá había invadido el espacio personal de Mirei―. Disculpa mi intromisión, joven. Me temo que me he emocionado demasiado con los aparentes frutos de nuestra investigación en el campo de la IA. Si bien conocía todo su fundamento teórico, nunca tuve ocasión de verla funcionando en tiempo real en una unidad Alrune. ?Me permites echarle un vistazo? Solo será un momento.

  La maquinista obedeció y dejó la pulsera en sus manos. Dan también tomó nota de la situación e hizo el mayor de sus esfuerzos por enfrentarse a su propia ansiedad y aportar al ambiente presumiendo de su pupila. Aunque, como era de esperar, le salió el tiro por la culata cuando la muchacha dejó de lado cualquier pretensión de ser sutil al provocarle.

  Por otro lado, mi madre decidió saltar al alquimista con un montón de preguntas sobre su trabajo. El pobre no estaba listo para dar unas explicaciones tan técnicas sobre fenómenos poco analizados en la sociedad científica, pero parecía que congeniaban bien.

  Y yo... Suspiré tranquila. Al percatarme de que el hielo se había roto por fin y ambas familias charlaban animadamente en un cóctel de palabras indescifrable, pude reunir las energías necesarias para dirigirme a Mirei por primera vez desde que bajamos del lomo de ese dragón para recuperar la avioneta.

  ―?Nos sentamos? ―El hilo de voz con el que lo dije dejó claro que me enfrentaba al momento con timidez. Instintivamente, me mordí el labio inferior―. Tenemos mucho de lo que hablar.

  ―No puedo negarme cuando me miras con esa carita. ―Me gui?ó el ojo, como si ella no hubiera pasado por todo ese duelo interno la noche anterior―. ?Es ese uno de los trucos de UniLaRo o es que te pones así de vulnerable cuando las cosas no salen exactamente como viene en tu guion imaginario?

  Sentí cómo la sangre me subía a las mejillas para iluminarlas. Las piernas decidieron volverse de la consistencia de la gelatina, pero por fortuna, los bajos de mi siempre fiel bata de laboratorio eran buenos ocultándolo.

  ―No te preocupes, Meli. ―Acarició ligeramente mi me?ique con el suyo. Eso sí que era uno de los trucos que había aprendido con el juego. ??Pretendía usar mis armas en mi contra!?―. Solo necesitaba reflexionar sobre todo lo que ha ocurrido. Y, bueno... Huelga decir que ya lo he hecho. Y qué quieres que te diga: tienes suerte de que sea tan decidida cuando tiene que ver con la aventura.

  ―?Has tenido suficiente tiempo? ―La busqué con la mirada―. ?Tan rápido?

  ―Es lo que tiene el insomnio. ―Apuntó al maquillaje que ocultaba sus ojeras―. Sí, todo esto es... difícil de interiorizar, no te voy a enga?ar. Toda esa mierda existencialista sobre quién es uno mismo y cuánto crees saber sobre el mundo. Aun así, también llegué a una conclusión que me pareció lógica: toda esta revelación no cambia quién has sido este tiempo para mí. No cambia lo que hemos pasado juntas, y esos momentos sí que me hacen sonreír. Tengo algo de miedo, pero estoy deseosa de escuchar lo que me tengáis que contar. Al fin y al cabo, la promesa era para las dos.

  ―Lo haré lo mejor que pueda. ―Apreté su mano con fuerza y dejé mi cabeza sobre su camisa para que no se diera cuenta de que estaba a punto de llorar―. No te mereces menos.

  Cuando pude controlar mi silencioso sollozo, llamé la atención de todos los presentes con una campanilla y di un sorbo a la ardiente taza de té. Sabía que hacerlo en ese mismo orden fijaría todos los ojos de la habitación sobre mí y me permitiría comenzar el discurso que había estado preparando en mi cabeza desde que monté en la mecavioneta, pero no había contado con los instantes que me haría perder el escaldarme la lengua con agua hirviendo.

  ―Bueno, ya conocéis nuestro secreto. ―Me aseguré de que las puertas estuvieran correctamente cerradas y seguí hablando de forma casual, como el que decide qué preparará de cena esa noche―. Sí, amigos míos. Venimos de otra estrella. O, hablando con propiedad léxica, de otro planeta. ―?Agh! No era el momento para ponerse pedante con la terminología, Amelia―. Una canica azul en el firmamento que en otros tiempos recibía el nombre de Seldoria. Hace veinte a?os, para ser exactos.

  Tomé otro sorbo del té, esa vez a temperatura apta para el consumo. Eso también me permitió llenar el aire con un silencio durante el que los invitados podrían formular preguntas. Ninguna llegó, así que me vi obligada a continuar hablando.

  ―Desde entonces, ese planeta lo perdió todo: su naturaleza, sus recursos, su gente e incluso su nombre. ―Eché un breve vistazo a mis padres, que probablemente recordarían ese momento con más vivacidad que yo―. Probablemente hayáis oído de mis labios las palabras ?Federación Aruna?.

  ―Las usaste para hablar de ese tal... ?Ryyz, se llamaba? ―intervino Lilina―. El hombre calamar ese que nos atacó.

  ―Ryyz Liohn, sí ―asintió mi padre―. Aunque me gusta eso de ?hombre calamar?, chiquilla. ?Ganglariano? suena mucho más amenazador de lo que ese harapo rastrero se merece. Te tomo la frase prestada, si me lo permites.

  ―Ahora bien, supongo que querréis saber qué sentido tiene cada una de esas cosas. ―Curvé ligeramente los labios. Estaba recuperando el control de mí misma y eso me encantaba―. ?Qué es esa Federación, por qué la odiamos tanto y por qué debería preocuparnos que el calamar antropomórfico estuviera dándose un paseo por la guarida del Dragón de Fuego? Así que escuchad mi historia... esta podría ser nuestra última oportunidad.

  ―?Qué? ―Katherine Tennath levantó la ceja, extra?ada―. No le hagáis caso, claro que habrá más oportunidades. Esta Amelia, que no puede dejar pasar un momento así sin hacerse la intensita.

  ―?Madre! ?Ya me has destrozado el momento! ―protesté―. En fin, que no digan que no os advertí...

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